a veces la vida se parece a los blogs
voy a versus, mi librería favorita, a comprar unos regalos y acabo hablando con los dueños del panorama literario; en 20 minutos crucificamos a una larga lista de autores "consagrados" que a los lectores de los blogs vecinos ya les sonará: muñoz molina, elvira lindo, pérez reverte, en general toda la escudería prisa y la mayoría de sus autores (cielos, parezco un tertuliano de la cope que escribiera para el mundo en sus ratos libres); salvamos a millás y nos hacemos copartícipes de nuestro amor por vila matas; tengo cierta sensación de deja vu: este tipo de conversación se repite con cierta frecuencia; S., en un breve repaso a algunos autores extranjeros, me confiesa que no se explica el éxito de Houllebecq... para ser sinceros creo que las comparaciones que he visto por ahí con Camus con exageradas, pero defiendo el valor de sus libros ante una lectora de gustos exquisitos como ella: somos amables y tras una breve exposición de nuestros argumentos nos refugiamos bajo el paraguas de los gustos comunes;
más tarde entro en los grandes almacenes más populares de este país, concretamente voy a la sección de perfumería por imperativos del guión navideño (lo sé, no tengo excusa; soy culpable) y me quedo sorprendido por la atmósfera de irrealidad que empapa dicha sección: la calefacción a 28 grados (fuera estamos a 10 o menos) posibilita que un ejército de dependientas semianoréxicas vayan en camisetas de asas entre torres de perfumes caros mientras un millón de aromas saturan al posible comprador; comienzo a transpirar bajo mi abrigo mientras brazos esqueléticos cogen bolsas verdes y blancas, hacen cajitas con grandes lazos y sonríen como si ya estuvieran muertas bajo capas de maquillaje profundo; me niego a quitarme el abrigo: entre litros de colonia vaporizada protesto en silencio dejando la marca de mi olor corporal exhudado a través de mi piel: nunca me sentí tan bien sintiéndome un completo cerdo; salgo afuera y respiro el aire frío con olor a gasolina quemada: la realidad puede apestar pero el paraíso del consumo de perfumes me provoca náuseas. (Epílogo: llego a casa, me ducho, me echo mi colonia habitual y sonrío ante el espejo con una de esas sonrisas de muerto de dependienta de sección de perfumería de grandes almacenes: caballero, feliz año nuevo: pues eso).
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