tras un fin de semana absurdo voy al cine (al cineclub lumiere) a ver algo de tralla para redondear estos días de bochorno y presunciones de tormentas en el horizonte; ponen julien donkey boy, de Harmony Korine, el de Gummo, el semi-responsable de kids (parece ser que el director larry clark fue el encargado de suavizar la película: originalmente era muchísimo más dura); bien, la cosa va de un esquizofrénico, Julien, (Ewen Bremmer: el Spud de trainspotting) que vive en un ambiente, digamos, disfuncional: un padre alcohólico con retraso mental que se divierte humillando a sus hijos (un terrorífico Werner Herzog), que bebe botes de jarabe por sus zapatillas y mata el tiempo bailando con una máscara antigás puesta; una hermana patinadora embarazada del esquizofrénico (Chloë Sevigny) y otro hermano empeñado en ser campeón de lucha libre: lástima que su padre le obligue a pelear con su hermano vestido de travesti en el salón de casa; por lo demás, el bueno de Julien pasa el rato caminando sin rumbo por las calles de una Nueva York increíblemente mugrienta y destartalda y saliendo a todo tipo de actividades con un grupo parroquial de jóvenes discapacitados y retrasados mentales: las actividades no tienen desperdicio, ya lo aviso, destacando una sesión de magia en la que un tipo sacado de algún cómic de daniel clowes va metiendo cigarrillos encendidos en su boca y regurgitándolos en perfecta formación hasta que finalmente se los traga todos (unos 20) mientras un tipo vestido de falso mexicano acompaña cantando el "amen" a ritmo de rockabilly...sí, la película carece de historia propiamente dicha, va acumulando elementos que hacen presagiar alguna clase de catástrofe combinados con grandes dosis de sadismo y un humor un tanto bizarro: en una escena, Julien interpreta un diálogo entre Jesucristo y Hitler, en el que el primero le dice al segundo: "ven a cenar con nosotros, mi padre se muere de ganas por conocerte"; otra escena jodida es la hermana de Julien hablando por teléfono con él haciéndose pasar por su madre muerta, mientras Julien en el salón de su casa y vestido con una tanga azul se mesa suvemente el vello púbico. No hablo del final por si alguien aún quiere verla, pero es de los finales más malahostiados que he visto nunca (casi a la altura de la insoportable conclusión de requiem for a dream, aunque aquí no hay la casquería del film de Darren Aronosfky); unámosle a este paseo efectista por TODAS las anormalidades imaginables que puede presentar el género humano (no exagero: nunca había visto a un manco de los dos brazos tocando la batería, bebiendo café o jugando a las cartas con los pies) que la cosa está inscrita dentro del ideario DOGMA, con lo cual, la cámara en mano se convierte en una especie de mosca que nos obliga a arrastrar nuestra mirada desde las perspectivas más extrañas mientras los efectos del vídeo digital nos fríen los ojos sin parar; la mitad del público fue abandonando la sala sin descanso durante toda la proyección; resistí hasta el final basándome en la filosofía de mi amigo F: cualquier película o serie de televisión tiene al menos diez minutos por los que merece la pena pasarse el rato delante; aún me pregunto dónde estaban esos diez minutos;
Chloë Sevigny, Ewen Bremmer y Werner Herzog
El día de hoy. pegajoso, caluroso inopinadamente, desgradable y cansino, ha tenido un detalle gracioso: antes de quedarme frito en el sofá después de comer (hoy comí en la mesa y acompañado), pillé un trozo de un culebrón nuevo en la uno: la cosa era bastante terrible (malos actores, guión hecho con el manual de tópicos, música de ¡manu tenorio!, etc) hasta que, ¡sorpresa!: el actor que hacía de don pimpón en barrio sésamo aparece haciendo de casero malvado que quiere echar de su casa a una viuda y sus dos encantadoras y sufridas hijas...como dirían en la serie "aulas vacías, corazones llenos": ¡que fuerte, tío!
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