religión como moral, moral como política y política como religión
El pp vuelve a sacar a los obispos a la calle. Si viviéramos en un estado laico la noticia sería anecdótica. Pero en un país en el que los ministros juran sus cargos ante un crucifijo tamaño king-size, en el que existen los sacerdotes castrenses y en el cual el ministerio de educación paga el sueldo de los profes de religión sin poder elegirlos, el tema no es baladí. El motivo, esta vez, tras el apocalipsis de la familia y el lavado de cerebro que se lleva a cabo en las aulas tras la asignatura de EpD, es el del aborto. El tema es de los realmente complejos y graves. Para mí, lo suficiente como para que cualquiera de las posturas ante él esté salpicada de dudas considerables respecto a su fundamento último. Pero la postura del episcopado es, intelectualmente hablando, ofensiva, grosera y lindante con la de compañeros de viaje como los ayatollahs iraníes o los rabinos ultraortodoxos israelíes.
Pongámonos en el lugar de los obispos: si la religión destila una moral determinada, entonces ésta debe ser la norma que rija la vida pública. Si la norma que debe regir la vida pública es trascendente, remitiendo a una verdad última, entonces la política, que es la herramienta con la cual los humanos dirimimos nuestras diferencias en el plano simbólico para no andar a tiros, carece de contenido. Si la política carece de contenido, entonces sobran el poder legislativo, el ejecutivo y el judicial. Por lo tanto, bastaría poner a un obispo al frente del gobierno y dejar que él legisle, ejecute y juzgue de acuerdo a la norma suprema. Por lo tanto, las opciones son dos: democracia o teocracia. Como lo segundo no va a ser, saquemos los crucifijos y las monjas y las familias numerosas a la calle y comparemos a los niños con los linces y a las mujeres que abortan con delincuentes que sólo merecen la cárcel.
Entendámonos. Las juergas callejeras que promete la curia española sólo son la manifestación de una impotencia. Que la disfruten.
Publicar un comentario