Descubrí a James Hillman este verano de la mano del blog de Monsieur Tiffauges. Su libro "Pan y la pesadilla", dedicado a trazar una genealogía del dios Pan entrecruzando la psicología de raíz jungiana con los relatos mitológicos, resultó ser una especie de explosión en medio de la placidez de un verano especialmente dedicado a la molicie y a las deliciosas derivaciones de la vida ociosa. En dicho libro el autor trazaba una suerte de relato histórico-psicológico de la pesadilla vinculando ésta a la figura del dios caprino, presente según Hillman "en las psicopatologías del instinto como la violación, la masturbación, los terrores nocturnos o cualquier pulsión natural que nos aparte de nuestros hábitos civilizados". En "el pensamiento del corazón" se recogen dos conferencias de 1981 y 1982 destinadas a recordarnos el papel de la inteligencia del corazón en nuestra relación con el mundo. Tomando como punto de partida la obra de Henry Corbin -autor completamente desconocido para mí- Hillman se lanza a la tarea de establecer unas bases para una filosofía del pensamiento del corazón. Para ello el autor recurre a los pensadores neoplatónicos y a los primeros estudiosos de la fisiología del corazón, estableciendo la existencia de hasta tres corazones en cada persona:
En primer lugar mi corazón es mi humanidad, mi determinación de vivir, mi fuerza y mi intensa pasión. Gracias a él, nada me es ajeno; todo tiene cabida en su reino de dignidad. [...]Llamemos a ésto "el corazón del león", coeur de lion.
En segundo lugar, mi corazón es un órgano del cuerpo: es un músculo o una bomba, un mecanismo complejo y un depositario secreto de mi muerte. Llamemos a este corazón palpitante "el corazón de Harvey" [el primero en señalar que el corazón estaba divido en dos partes diferenciadas].
En tercer lugar, mi corazón es mi amor, mis sentimientos, la sede de mi alma y mi sentido de persona; es el lugar en el que habitan la intimidad, el pecado, la vergüenza, el deseo y la divinidad insondable. Llamemos a ésto "el corazón personal", el corazón de san Agustín.
Algunos de los párrafos más interesantes del libro están relacionados con la pérdida de vitalidad de este corazón del que habla, con su paulatina parálisis y su desapego del mundo, con su incapacidad para conmoverse ante el caudal de sensaciones que provienen del mundo real:
Los novelistas William Styron y George Orwell, así como la socióloga Hanna Arendt, al escribir sobre el mal totalitario, y en concreto sobre los sistemáticos crímenes nazis, llegaron, cada uno por su cuenta, a la conclusión de que el mal no es lo que uno se espera: crueldad, perversión moral, abuso de poder, terror... Éstos son sus instrumentos o sus resultados. Pero, en el sistema totalitario, el mal más profundo es precisamente aquel que lo hace funcionar: su eficiencia programada, unilateral, monótona; el formalismo burocrático, la tediosa rutina cotidiana, la homogeneidad, el aburrimiento, la corrección, las generalizaciones, la uniformidad. Pensamiento nulo y nula receptividad: Eichmann. La forma sin ánima se convierte en formalismo, conformismo, formalidades, fórmulas, formularios; formas sin brillo, sin presencia corporal; cartas sin palabras, empresas sin nombre.
[...]
Cuando estamos aburridos, hastiados, an-estesiados, estas emociones de desolación constituyen precisamente las reacciones del corazón a la vida anestésica de nuestra civilización, a los sucesos que no nos dejan sin aliento, que son mera banalidad. Lo feo es entonces todo aquello de lo que no nos damos cuenta, aquello que simplemente nos aburre, pues eso es lo que mata al corazón.
Hacia el final, en la segunda conferencia, dedicada al retorno del alma (el corazón de antes) al mundo, dice:
Quiero decir que las distorsiones de la comunicación, la sensación de acoso y alienación, la falta de intimidad con el entorno, el sentimiento de falsedad y de vacío interior, que implacablemente experimentamos en esta nuestra morada común, son auténticas valoraciones realistas y no percepciones de nuestro yo intrasubjetivo. Mi profesión me enseña que ya no puedo distinguir claramente entre neurosis del yo y neurosis del mundo, entre psicopatología del yo y psicopatología del mundo.
[...]
El uso contemporáneo de la palabra "derrumbamiento" muestra lo que quiero decir.[...] El sistema del tráfico, los sistemas educativos, el sistema judicial, los gigantes de la industria, los gobiernos municipales, la economía, la banca... todo está en crisis, se derrumba, o debe ser apuntalado ante la amenaza de un colapso.
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