11 de feb. de 2008

apología de las cosas pesadas
Discutía hoy con Rafa y Marco sobre las cosas que almacenamos en nuestras casas y la cantidad de espacio que ocupan inexorablemente con el paso de los años. Los tesoros de juventud como revistas, cómics, libros, singles, cds, cintas TDK de cromo o ferro III olvidados en algún rincón de algún trastero al que no volveremos en mucho tiempo. Rafa decía, sólo quiero quedarme con las cosas que quepan en el maletero de mi coche. Marco y yo defendíamos, en distinto grado, la postura contraria. Algo en nosotros apuesta por rodearse de objetos a los que asignar cuotas de participación de valor variable en la construcción de nuestro "yo". Sin embargo, pocas de ellas son realmente relevantes, cumpliendo la mayoría la función de satisfacer obsesiones del momento, caprichos circunstanciales o necesidades ocultas del tipo "ser como los demás" o "ser diferente de los demás". Pensé en el maletero que debía tener mi coche para poder llevar conmigo esa historia de mi vida repartida en fragmentos inconexos y que reposa en estanterías, cajas de cartón, pilas en un armario o baúles desvencijados. Me haría falta un trailer. Y aún derramaría algunas lágrimas por los restos que quedasen atrás. Vivan las cosas que pesan. Y las que ocupan sitio. Y las que complican las mudanzas y nos hacen conscientes, con el paso de los años, del paso del tiempo y de la fragilidad de nuestra huella.

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