29 de mar. de 2007

zizek, 24, battlestar galactica
El pasado Martes un muy agudo artículo de Slavoj Zizek en El País volvía a incidir sobre uno de sus temas favoritos: la legitimación lenta pero segura de la tortura como algo válido y aceptable en el contexto actuald e la guerra contra el terrorismo. Para Zizek es peor la postura de los que dicen "bueno, sólo hablemos de si es posible legalizar el tema" que la de los que la defienden abiertamente. Sobre ello habla de la corrupción moral que hay en el hecho de siquiera ponerse a hablar de ello y considerarlo como algo correcto y termina con una divertida alusión al último capítulo de la quinta temporada de "24" en la que Jack Bauer descubre que el líder supremo de una conspiración terrorista a nivel mundial es el presidente de los USA.

Me acordé de todo ésto viendo los primeros episodios de la tercera temporada de "Battlestar Galáctica", la recreación de la mítica serie de los setenta con un inmenso Edward James Olmos en el papel estelar del comandante Adama y la sustitución del superpícaro original Dirk Benedict (Starbuck) por una chica más macarra que él. Los humanos, huyendo de los zylones se han asentado en el planeta de Nueva Caprica (sí, a mí también me da un poco de risa al escribirlo), pero éstos los han encontrado y han montado un gobierno títere que sobre el papel aspira a una convivencia en paz entre ambas especies. Mientras, para mantener la seguridad a través del terror, se hacen detenciones y ejecuciones masivas por sorpresa. La resistencia tiene que recurrir a los suicidas para meterles el miedo en el cuerpo a los zylones llevándose por delante a los congéneres que trabajan con ellos. Debido a ésto, el presidente humano títere del gobierno zylon y la jefa de la resistencia humana tienen una conversación sobre el significado moral del uso de terroristas suicidas que es absolutamente increíble. Mientras los escuchaba trataba de imaginar a Ehud Olmert y Mahmoud Abbas o bien a Jalal Talabani y a Muktada Al Sader discutiendo sobre ésto en semejantes términos. No puede ser, pensé, que los guionistas de una serie de ciencia ficción sobre razas alienígenas y humanos que huyen entiendan mejor que todos estos dirigentes terrícolas el significado del terrorismo y de los suicidas que explotan en medio de un mercado. No puede ser que una serie de televisión hable de política y moral en unos términos que jamás veremos en un debate político. No puede ser que la ciencia ficción hable de la realidad con más acierto que todos los géneros narrativos que se autocalifican como "realistas".

(O sí)


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