políticas de lo peor (y 2)
Leyendo las noticias que hablan de cómo la cúpula de la derecha española calienta motores de cara a las concentraciones del sábado, encuentro en Le Monde Diplomatique del mes de Marzo un artículo titulado "Zapatero y la herencia del franquismo" de Jose Manuel Fajardo en el que, de manera sencilla se data con exactitud el origen de toda esta marea de protestas callejeras, que con las excusas más variadas pretenden deslegitimar al gobierno actual desde hace ya tres años.
Bien podría decirse que la transición consistió, básicamente, en que los vencedores de la guerra civil aceptaron dejar de perseguir a los perdedores de la guerra a cambio de que éstos no les pidieran cuentas ni sobrepasaran ciertos límites. Es ahí, en ese momento histórico, donde está el origen de la crisis política que hoy atraviesa España.
El resultado de aquel pacto fue que la democracia se asentó por fin en territorio español, tras siglos de frustrados intentos, pero sin llegar a resolver el que ha sido el conflicto básico del país desde la pérdida del imperio en 1898: su definitiva configuración como Estado.
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En realidad, la tarea emprendida por Zapatero no es otra que la de librar a la democracia española de los últimos condicionamientos del franquismo. La oposición del PP en este caso muestra el vínculo sentimental e ideológico que todavía ata a la derecha española con el pasado dictatorial, cuya condena explícita se ha negado a suscribir.
Mientras, el juicio del 11-M va derribando una por una todas las tesis de la conspiranoia. Enloquecidos, como gallinas descabezadas, los líderes populares jaleados por sus gurús ultras corren cada vez más deprisa hacia un abismo de profundidad incierta.
(Y que aburrimiento, por cierto, encontrárselos todos los días a todas horas derrochando bilis con rostro de ofensa perpetua en todos los periódicos y cadenas de televisión)
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