políticas de lo peor
La actual deriva ultra del partido popular comienza a ser realmente preocupante. Como si, perdido ya cualquier pudor anterior como vergonzantes herederos del franquismo que no pueden dejar de ser, hubieran decidido que la única idea correcta de España es la suya, la única forma adecuada de gobernar la de ellos y el único modo de gestionar los problemas más delicados fuera salir a la calle pertrechados de banderas preconstitucionales, pancartas y lemas insultantes y compañeros de viaje como la Falange y los simios de Ynestrillas. Así, tras las elecciones de hace tres años, perdido el poder en unas elecciones que siempre consideraron ilegítimas, comenzaron a amenazar con el apocalipsis cada semana: el atentado del 11-M, la ley de matrimonios homosexuales, la reforma de la ley de educación, la retirada de las tropas de Afganistán, la reformulación de los planes hidrológicos, la reforma del estatuto catalán, el plan para liquidar el problema etarra, etc, etc. Cada decisión gubernamental era continuada por una cascada de insultos, descalificaciones, movilizaciones callejeras y mensajes nada velados sugiriendo un gobierno ilegítimo, una catástrofe nacional, el final de la familia, el colapso de la sociedad y la llegada del anticristo a lomos de una bestia de once cuernos.
Incumplidas todas las profecías catastrofistas, sólo queda que ellos mismos las hagan realidad. Liquidada por la vía judicial la teoría de la conspiración del 11-M, cargan las tintas sobre el espinoso asunto del etarra en huelga de hambre, tomándolo como base para una nueva algarada callejera en la que unir sus manos con la de los cachorros de la ultraderecha a los que ya parecen haber adoptado como hijos propios. Este fin de semana, una luminaria de las letras españolas en la línea de los Pemanes y Ridruejos y compañía terminaba una columna periodística con una especie de nostalgia del golpe de estado, mientras los líderes de la derecha llamaban a "la rebelión cívica" por toda España. Un panorama absurdo e increíble para el año en el que estamos, en el que los hijos y nietos del antiguo régimen se llenan la boca de todo aquello que negarían encantados a los demás: libertad, democracia, respeto a los derechos del adversario, transparencia gubernamental, dignidad y respeto a las víctimas. Es tan obsceno que uno sólo puede sentir náuseas.
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