el lugar de la violencia
Hace un par de días le dieron una paliza a un alumno mío que estaba saliendo por la zona de vinos con sus amigos. Lo cogieron entre tres y llegaron a patearle la cabeza y a romperle una costilla. Según él, sólo se rió un poco de un colega al cual había dejado la novia por un amigo suyo. Sus compañeros al día siguiente organizaron una reunión de emergencia y, ante su costilla rota, juraron venganza. Hablamos del tema en clase. Todo el mundo -todo no, los que discrepaban estaban discretamente callados para que no la tomasen con ellos- decía cosas del estilo "hay que darles una paliza para que nos respeten". Me sentía ridículo defendiendo cosas que me parecen obvias, pero, como es lógico, no hubo manera de hacerles cambiar de idea: la violencia es la mejor solución.
Este pasado fin de semana se citaron de nuevo en la zona de vinos. Una pequeña multitud, por lo que me han contado. Decidieron que se enfrentasen el cabecilla de la primera paliza contra un amigo del apalizado (otro alumno mío). Un combate justo. Ellos están convencidos de que, con la victoria de su compañero (parece ser que le dio una buena somanta al otro), la historia está cerrada. Y esta ignorancia, esta ingenuidad fundamental, esta forma de estupidez absoluta es lo que me da más pavor de toda la historia. La pelea del fin de semana y la batalla campal de Alcorcón eran los temas del día de hoy entre ellos, en los cambios de clase, en el patio, al entrar a las aulas. Veo como la violencia, poco a poco, se va consolidando como la primera opción a la hora de relacionarse con los demás. A este paso, será mejor reconvertir las escuelas en centros de enseñanza de defensa personal. Por lo menos, que sirvan para algo que les interese.
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