el turista de sí mismo
Ha comenzado la época húmeda de nuevo. Por las mañanas todo tiene el brillo de las cosas ligeramente mojadas. Y sobre el patio del colegio descansa una finísima mancha de agua bajo los pies de los niños que apuran los minutos de fútbol antes de entrar a clase. El tiempo transcurre con la lentitud habitual de los comienzos de curso. Como una maquinaria de dimensiones colosales a la que le cuesta echar a andar, la escuela es un gigante adormilado formado por cientos de criaturas menores que se van desperezando al ritmo de los días. A veces llueve con furia. Y entre los grises del cielo se cuelan las luces de finales de septiembre como queriendo anunciar la llegada de una época de felicidad diminuta. Es Otoño. Me gusta. Eso quería decir.
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