24 de ago. de 2006

de estatuas y conciertos
Leo asombrado el pequeño revuelo que han armado los de siempre debido a la desaparición de la estatua de Franco en la Academia Militar de Zaragoza (simultáneamente proclaman no ser los herederos sociológicos del franquismo: viva la esquizofrenia). Casi al mismo tiempo, otro barullo llega a mi ordenador desde Valencia: un grupo de neonazis ha organizado un concierto de homenaje a Rudolf Hess, nº 2 del régimen nazi, este próximo sábado sin especificar lugar todavía. En los comentarios a esta segunda noticia me sorprende leer a gente que, basándose en el derecho a la libertad de expresión, defiende la celebración del concierto. También hay un debate un poco tontorrón sobre los paralelismos comunismo-nazismo. Tras la indigestión de chorradas me viene a la cabeza un párrafo del libro de Zizek "bienvendos al desierto de lo real" que recoge brevemente mi opinión sobre ambas polémicas:

[El párrafo comienza con una crítica a Alain Badiou y el "respeto a la radical alteridad del Otro"]
Ésta es precisamente la línea de razonamiento que deberíamos rechazar: tomemos el caso más extremo, un combate mortal y violento en contra de un enemigo fascista. ¿Deberíamos mostrar respeto hacia el abismo de la Alteridad radical, inscrita en la personalidad de Hitler, y presente tras sus actos malvados? Es aquí donde deberíamos aplicar las célebres palabras de Jesucristo en las que afirma haber venido para traer, no la paz ni la unidad, sino la espada y la división: movidos por nuestro amor a la humanidad, incluida la humanidad (o los restos, si es que existen) de los propios nazis, deberíamos luchar con ellos con una saña absoluta y sin el menor miramiento.
[...]
La prueba verdaderamente ética no reside en la disposición a salvar a las víctimas, sino además -quizá en mayor medida- en la determinación inquebrantable de aniquilar a aquellos que las han convertido en tales.

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