3 de out. de 2004

erika ewald
ayer compré, en la colección cuadernos del acantilado, erika ewald de stefan zweig


como es habitual en zweig, una prosa extraordinariamente limpia, exacta y minuciosa; en este caso al servicio de la descripción del tormento interior de una joven vienesa de principios de siglo (XX) que se debate entre la violencia de sus propias emociones y los corsés sociales que le obligan a guardar distancias, a contener deseos y a poner tierra de por medio entre el objeto de su pasión y sus necesidades emocionales; triste, amargo, y ligeramente pesimista en su visión de un mundo que bajo su aparente orden exterior oculta vidas frustradas y personas arrasadas por las tormentas interiores de los deseos insatisfechos:

Hay horas vacías, insustanciales, que esconden en sí el destino. Surgen indiferentes como oscuras nubes que aparecen para perderse de nuevo, pero se mantienen aahí tenaces y obstinadas. Y se disuelven elevándose como un humo negro, se hacen cada vez más lejanas y alargadas, hasta que por fin flotan sobre la vida con una palidez gris, melancólica, inmóviles, como sombras que se fijan al instante, inevitables y celosas, y elevan una y otra vez su puño amenazante.

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