2 de set. de 2004

septiembre infinito
a veces veo el mes de agosto como un descarrilamiento controlado o como una carretera secundaria retorcida y dificultosa que no llevara a ninguna parte, rodeada de árboles accidentados y coches devorados por las llamas del precio del petróleo; frente a él, el comienzo de septiembre me hace sentir cogiendo de nuevo la autopista de todos los días, tensa, atestada, ruidosa, sí, pero amplia a su manera en expectativas y emocionante por el hecho de obligarme a concentrarme de nuevo en tareas concretas; me gusta septiembre porque es como si fuera uno de enero todo el mes, porque me siento como si estuviera en la parrilla de salida de un gran premio de fórmula uno en la pole position y porque de la colisión entre el verano y el otoño salen días amarillos y ocres entre los que se deslizan el frío y el calor, el sol y la lluvia y el tacto de los primeros jerseys gruesos en la playa por encima del bañador;

[entre lo poco aprovechable de mis vacaciones un poema de sam shepard extraído de su maravilloso crónicas de motel:

la gente de aquí
se ha convertido
en la gente
que finge ser

]

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