4 de xuño de 2004

todo lo que empieza debe tener un final
envuelto desde hace días en la absurda rutina de todos los finales de curso (preparaexamen-corrigeexamen-prepararecuperación-corrigerecuperación-preparaexamenfinal-corrigeexamenfinal, multiplicado por 170 -el número de alumnos que tengo), dedico la sobremesa de este viernes a ver la película battle royale, una cafrada de kinji fukasaku apoyado por el increíble takeshi kitano en uno de los papeles principales;

el argumento es simple: en un japón trastornado por los disturbios estudiantiles, una ley (la battle royale) obliga a seleccionar al azar a una clase completa de educación secundaria; los alumnos son abandonados tres días en una isla con armas y comida y sólo puede quedar uno, sino serán ejecutados todos al terminar el tiempo de "juego"; visualmente impactante gracias a su hiperrealista fotografía (colores saturados al máximo, contrastes brutales entre todo tipo de texturas, planos construidos a base de abigarradas composiciones) y de una intensidad fuera de lo común que nace de la angustia que exhudan los 42 protagonistas (más el imperturbable kitano), la historia le hace a uno pensar todo el rato en cómo es posible que una propuesta tan descabellada sea tan perturbadora: amigos y amigas de toda la vida persiguiéndose con el hacha en la mano, los solitarios y marginales sacando su vena sicópata, disfrutando como nunca con el todos-contra-todos, y la mayoría entregados a las condiciones del juego poseídos por el espíritu de supervivencia y un terror animal... como es de esperar sólo los más nobles, los que por encima de sí mismos piensan en los demás (y tienen la suerte necesaria: la lectura es bastante hijaputa) podrán con las reglas de tan sádico divertimento;

acabo la película, vuelvo a mis exámenes perturbado por las imágenes de los adolescentes embrutecidos por su terror y su ansia de salvación a costa de lo que sea;

que película tan cabrona; menos mal que el curso está dando sus últimos coletazos ya

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