7 de ago. de 2003

morir en agosto

hoy he ido al entierro del padre de uno de mis compañeros (tras un año de interminable agonía); por un despiste mío (algo habitual) llegué media hora antes de lo previsto al cementerio de alcabre (misteriosamente situado junto a la playa del mismo nombre: sales de uno y estás en la otra), y, al no ver a nadie empecé a dar vueltas como un idiota, a las 17.30, bajo un sol terrible, rodeado de nombres escritos en lápidas, esperando en cualquier momento ver el mío, no por nada, sino porque mis apellidos son muy habituales y sería fácil;

tras algunos instantes de casi pánico empezó a llegar gente conocida que me explicó cual era la hora exacta; por la cuesta que bajaba de la carretera principal a la entrada del cementerio coincidían los familiares de varios entierros con los veraneantes, una mezcla extraña, gente en traje negro al lado de gente en bañador, niños con flotadores y señoras mayores llorando sujetas por dos personas, coches fúnebres y motocicletas con quinceañeros "empapados de verano";

durante el entierro, sudando a chorros, oyendo el mar y la algarabía de la playa, sólo podía pensar,
qué putada,
morirse,
en agosto

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