8 de ago. de 2002

el viernes por la mañana madrugo, es duro, pero a veces pasan estas cosas...así que, poco que comentar, exceptuando el delirante capítulo de hoy de Buffy:

en capítulos anteriores habíamos visto cómo Buffy, tras haber entrado en la Universidad se ha soltado el pelo, y de ser una pacata aventurera al estilo de sor citroen pero usando las cruces para fines menos nobles, ha terminado por convertirse en una hedonista vividora: tras un par de escarceos sexuales de una noche (interrumpidos por su busca con el aviso: bipbipbip vampiros sueltos), ha acabado por enrrollarse con un cazademonios profesional -Riley- (sí amigos, los guionistas de esta serie saben que basta con poner el prefijo caza- delante de lo que haga falta para inventar nuevas profesiones), soso, feucho y con aspecto de misionero absorto, sino fuera porque todos los últimos capítulos se los han pasado follando sin parar!!!; a causa de sus ardores, durante un fiestorro celebrado en la sede de la pandi cazademonios (una especie de guerrilla paramilitar cuya jornada laboral consiste en patrullar la ciudad para capturar bichería infernal) se produce una explosión de energía ectoplásmica: la causa es que en la casa, años ha, hubo un internado muy estricto cuya dueña humillaba a los adolescentes cuya temperatura hormonal superaba sus rígidos cánones; toda esa represión (intentos de ahogamiento incluidos) dio lugar a una acumulación de energía sexual reprimida cuyo detonador fue la pasión abrasadora de Buffy y Riley; en acertada expresión de Sander: ¡un poltergasmo!; en fin, a causa del poltergasmo en la fiesta aparecían paredes que al tocarlas daban gustirrinín a los juerguistas, y en general, la fiesta transcurría en un ambiente cercano a lo orgiástico hasta que el poltergasmo se puso chungo y empezó a tirar cosas con lo cual los amigos de Buffy tuvieron que poner orden etc etc. La idea del poltergasmo, sinceramente, parece sacada de uno de aquellos tebeos porno-españoles de la adolescencia como el cuervo, que hoy día añoro con nostalgia porque la verdad es que eran bastante divertidos (recuerdo con viveza un capítulo en el que en el templo dedicado a la casta adoración de la diosa Extreixitus se cuela un sátiro del orden de 25 en la escala Sifreddi con las consecuencias imaginables: una de las sacerdotisas terminaba diciendo: "ay Extreixitus, que engañada me has tenido!");

debo decir que, con respecto a ésto, recuerdo una historieta de Dan Clowes la en que un hijo investiga en las cosas de su padre muerto y descubre que durante buena parte de su vida estuvo dibujando tebeos picantones: el efecto que provocaba, con el hijo llorando de emoción ante aquel material de derribo era de una ternura infinita...por eso echo de menos aquellos tebeíllos guarros, porque cuando tenga cincuenta o sesenta o los que sean, si tengo un hijo o lo que sea, o me muero y alguien se dedica a revisar mis montones de tebeos me gustaría que se encontrara con aquellas historietas cerdotas, para que quede claro que realmente una vez sí fui adolescente y no siempre tuve 70 u 80 años (que, no nos engañemos, es la impresión que produce la vejez: la de que las personas viejas siempre han sido viejas y resulta imposible apelar a ninguna clase de vínculo con ellas); en fin, en la próxima feria del libro cutre, roñoso y stockado buscaré a ver si consigo encontrar alguna de aquellas "joyas" (había otras historietas como Manolo e Irene, que no me molaban porque carecían del humor cutrillo de la otra revista: era un erotismo con pretensiones de ser para adultos bastante aburrido; lo otro tenía claro que su público eran los adolescentes en fase de explosión hormonal, con lo cual el humor era de grueso calibre)

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