cossimo, why?
(Menos mal que existe la caché de google)
31 de dec. de 2008
manifiesto político para 2009 (III)
El discurso dominante opone simplemente la anarquía de los deseos individuales al sentido de la comunidad. Esta simple oposición permite identificar el principio político con el mero primado de lo universal sobre lo particular y asimilar la comunidad política al poder de una instancia de la autoridad común que se impone a la anarquía de los deseos individuales. Reduce la política a lo que yo llamo "la policía", es decir, la simple ordenación del cuerpo social bajo la autoridad de una competencia que distribuye lugares y funciones. La política como "poder del pueblo" es otra cosa totalmente distinta. No es el poder común, es el poder de cualquiera, la afirmación de la ausencia de fundamento del poder. Ésta es la "anarquía" que hay en el fundamento de la política y que el discurso antidemocrático quiere rechazar tras la visión piadosa del bien común opuesto a los apetitos individuales: la política significa que no hay "competencia" que dé derecho al gobierno de las comunidades. La política siempre es ese suplemento del poder de todos que se opone a cualquier identificación de la potencia común con el poder de los que están autorizados a gobernar por su nacimiento, su ciencia, etc. No hay un bien común. La política empieza cuando este bien común se encuentra puesto en litigio, cuando es sustraído al poder de los que pretenden encarnarlo.
[Extraído de la entrevista a Jacques Rancière "el nuevo discurso antidemocrático" aparecida en el número 72 de la revista Archipiélago "Nueva derecha: ideas y medios para la contrarrevolución" de octubre de 2006]
El discurso dominante opone simplemente la anarquía de los deseos individuales al sentido de la comunidad. Esta simple oposición permite identificar el principio político con el mero primado de lo universal sobre lo particular y asimilar la comunidad política al poder de una instancia de la autoridad común que se impone a la anarquía de los deseos individuales. Reduce la política a lo que yo llamo "la policía", es decir, la simple ordenación del cuerpo social bajo la autoridad de una competencia que distribuye lugares y funciones. La política como "poder del pueblo" es otra cosa totalmente distinta. No es el poder común, es el poder de cualquiera, la afirmación de la ausencia de fundamento del poder. Ésta es la "anarquía" que hay en el fundamento de la política y que el discurso antidemocrático quiere rechazar tras la visión piadosa del bien común opuesto a los apetitos individuales: la política significa que no hay "competencia" que dé derecho al gobierno de las comunidades. La política siempre es ese suplemento del poder de todos que se opone a cualquier identificación de la potencia común con el poder de los que están autorizados a gobernar por su nacimiento, su ciencia, etc. No hay un bien común. La política empieza cuando este bien común se encuentra puesto en litigio, cuando es sustraído al poder de los que pretenden encarnarlo.
[Extraído de la entrevista a Jacques Rancière "el nuevo discurso antidemocrático" aparecida en el número 72 de la revista Archipiélago "Nueva derecha: ideas y medios para la contrarrevolución" de octubre de 2006]
23 de dec. de 2008
manifiesto político para 2009 (II)
La postura de la izquierda convierte la igualdad en un programa social. En el fondo, piensa que la igualdad también es imposible [como la derecha], pero apuesta por introducir algunas mejoras para limitar la desigualdad. Es un concepto limitativo de la desigualdad. Fundamental y subjetivamente, izquierdas y derechas están de acuerdo en que la igualdad es imposible. En la economía, la sociedad, la cultura, pero también en las relaciones transnacionales, etc. Llamaremos aquí postura de derechas a la que considera que las cosas están bien así y llamaremos postura de izquierdas a la que le incomoda esta situación y pretende limitar los efectos más devastadores de la desigualdad.
La tercera postura es la que yo sostengo y afirma que la igualdad es la situación normal. Por consiguiente, la desigualdad es una situación patológica y como tal hay que tratarla: examinar las causas, los síntomas, aportar un diagnóstico y un remedio. Como si fuera una enfermedad del cuerpo colectivo. Un terrible virus que mina el cuerpo de la colectividad y que hay que erradicar para que la igualdad funcione absolutamente como principio en las relaciones personales y entre las distintas colectividades humanas. [...] Hay gente que está a favor de la igualdad y gente que está en contra. Pero no es ésa la situación, se trata de algo más complejo. El problema no es saber si se está a favor o en contra, sino en como se aborda el tema: ¿consideramos la igualdad como un principio que nos dice lo que es una sociedad normal o la consideramos como un objetivo más o menos ilusorio y lejano al que quizá dentro de un millón de años podremos acercarnos mediante mil pequeños esfuerzos reformistas?
[Alan Badiou, "la potencia de lo abierto: universalismo, diferencia e igualdad", fragmento del artículo aparecido en la revista Archipiélago nº 73-74 de diciembre de 2006]
La postura de la izquierda convierte la igualdad en un programa social. En el fondo, piensa que la igualdad también es imposible [como la derecha], pero apuesta por introducir algunas mejoras para limitar la desigualdad. Es un concepto limitativo de la desigualdad. Fundamental y subjetivamente, izquierdas y derechas están de acuerdo en que la igualdad es imposible. En la economía, la sociedad, la cultura, pero también en las relaciones transnacionales, etc. Llamaremos aquí postura de derechas a la que considera que las cosas están bien así y llamaremos postura de izquierdas a la que le incomoda esta situación y pretende limitar los efectos más devastadores de la desigualdad.
La tercera postura es la que yo sostengo y afirma que la igualdad es la situación normal. Por consiguiente, la desigualdad es una situación patológica y como tal hay que tratarla: examinar las causas, los síntomas, aportar un diagnóstico y un remedio. Como si fuera una enfermedad del cuerpo colectivo. Un terrible virus que mina el cuerpo de la colectividad y que hay que erradicar para que la igualdad funcione absolutamente como principio en las relaciones personales y entre las distintas colectividades humanas. [...] Hay gente que está a favor de la igualdad y gente que está en contra. Pero no es ésa la situación, se trata de algo más complejo. El problema no es saber si se está a favor o en contra, sino en como se aborda el tema: ¿consideramos la igualdad como un principio que nos dice lo que es una sociedad normal o la consideramos como un objetivo más o menos ilusorio y lejano al que quizá dentro de un millón de años podremos acercarnos mediante mil pequeños esfuerzos reformistas?
[Alan Badiou, "la potencia de lo abierto: universalismo, diferencia e igualdad", fragmento del artículo aparecido en la revista Archipiélago nº 73-74 de diciembre de 2006]