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trazar la línea
Hay una raya que separa las cosas. Antes de traspasarla el mundo es de una manera. Me gusta un concepto badiouano: ruptura inmanente. Cuando el acontecimiento ocurre se tambalean los saberes establecidos. Las opiniones vuelan por los aires. El acontecimiento determina la aparición de una verdad, y, en este proceso, se constituye un sujeto que no preexistía a éste. Toda esta palabrería me rechifla. Le doy vueltas a cada concepto obsesivamente. El sujeto no preexiste, se constituye. Es existencialismo en estado puro reformulado. Miro la realidad desde la ventana que proporciona el edificio badiouano. Veo acontecimientos por doquier. Veo como la verdad aparece en los encuentros con lo real: el amor, la actividad política del militante comprometido, el arte o la ciencia. Veo el mal en el simulacro del acontecimiento. Entiendo la frase principal de "la ética" como un mandato: liquidemos la ética consensual y acatemos la ética de las verdades. Que consiste en ser fiel a una fidelidad. Que consiste en tener un interés desinteresado. Adoro esta jerga. Su artificio encubre una veta palpitante de algo que se intuye cierto. Hay una resonancia en mí. Fidelidad a una fidelidad. Practicar el interés desinteresado. Cada uno es una singularidad múltiple. En los procesos de ruptura inmanente nos constituimos como sujetos concretos. La verdad es lo que nos sostiene. El mal es el simulacro del acontecimiento. Tengo una colección de mantras que repito todas las noches antes de acostarme. Desentrañemos el mal. Digamos con claridad qué es el bien. El bien es la verdad. La verdad surge del encuentro con lo real. El encuentro con lo real es el acontecimiento. Dejemos las opiniones para lo que sirven: para cumplir una función comunicativa.

Ruptura inmanente.

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