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manifiesto político para 2009 (IV)

Hablaba hace un instante de la escisión presente en el electorado: el voto es masivo y vivido como un imperativo, mientras que la convicción política o ideológica es flotante e, incluso, inexistente. Esta escisión es interesante y positiva en la medida en que, inconscientemente, significa la distancia entre política y Estado.

En el caso que nos ocupa [las elecciones presidenciales francesas de 2007], a falta de toda política en sentido propio, el miedo se incorpora al Estado como sustrato de su propia independencia. El miedo valida el Estado. La operación electoral incorpora al Estado el miedo y el miedo al miedo, de manera que un elemento subjetivo de masas consigue validar el Estado. Digamos que, tras estas elecciones, el elegido, muy probablemente Sarkozy, estará legitimado en la cima del Estado por haberle sabido sacar tajada al miedo. Tendrá entonces las manos libres, puesto que, desde el momento en que el Estado ha quedado investido por el miedo, puede dar miedo con toda libertad.

La dialéctica última es la del miedo y el terror. Virtualmente, un Estado legitimado por el miedo está habilitado para convertirse en un Estado terrorista. ¿Hay un terrorismo contemporáneo? ¿Un terror democrático? Por el momento, está solapado. Se trata de encontrar las formas democráticas de un terror de Estado que esté a la altura de la técnica: rádares, fotos, control de Internet, escuchas sistemáticas de todos los teléfonos, cartografía de los desplazamientos… nos encontramos en un horizonte estatal de terror virtual, cuyo mecanismo principal es la vigilancia y, cada vez más, la delación. ¿Hay que hablar, como nuestros amigos deleuzianos, de «sociedad de control», diferente esencialmente de la «sociedad de soberanía»? No lo creo. El control se transformará en un puro y simple terrorismo de Estado tan pronto como las circunstancias se pongan un poco serias. Ya estamos enviando sospechosos para que los torturen en casa de «amigos» con menos reparos. Acabaremos haciéndolo nosotros mismos. El miedo no tiene otro futuro que no sea el terror en su sentido más corriente.

[Alan Badiou "¿Qué representa el nombre de Sarkozy?", editorial Ellago]

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