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debates entre robots
Vale. No queremos que gane Rajoy. El punto de partida está bastante claro. El problema es que a partir de ahí, qué, qué hacemos. La cosa política da la impresión de ser un bloque de hormigón, sólido y denso hasta extremos insoportables. Nuestro voto, semeja una especie de rascazo que podemos hacer sobre la superficie del bloque: una acción que con suerte nos dejará una uña rota y poco más. La política debería ser algo un poco más fluido, algo menos predeterminado, algo un poco más a salvo de la predecibilidad que las encuestas auguran. Dos bloques de hormigón colisionando. El lunes vi el supuesto debate entre las cabezas visibles de cada parte. Cemento armado en la pantalla del televisor. Monólogos cruzados. La política no puede cristalizar en este intercambio en el que no se intercambia nada. En esta disputa en la que una parte está furibunda porque considera que el poder es su lugar natural y quiere recuperarlo como sea. Esa parte da miedo de veras. Si uno se fijaba podía ver por el estudio las largas sombras de un pasado no tan remoto mientras el candidato furibundo inyectaba "¿a quien le interesan las cosas del pasado? a mí me interesa el futuro". Es fácil que el pasado no te interese cuando eres un beneficiario directo de él. Vale. No queremos que gane Rajoy. Etc.
clasificación provisional de los días de la semana

1) El miércoles fuimos a ver a apenino a la sala ensalle. Ambiente recogido, casi íntimo, para un concierto en el que su cancionero se dividió a partes iguales entre la melancolía sofisticada de su pop electrónico y la intensidad más descarnada de las piezas tocadas a pelo con el ukelele. Tan emocionante que volvimos a casa esperando ver chicos con camisetas a rayas en los bordes de la autopista, bailarinas chinas en los semáforos de la avenida del aeropuerto y flechas que se tuercen al contraluz con la luna llena. [Medalla de oro]

2) El lunes fuimos a ver a domenico+2, concierto inaugural de sinsal 6.0 estación de invierno. No sé muy bien que decir, excepto que lo pasé tan bien que aún me cuesta creerlo. Tres cuartas partes del encanto del concierto fueron las canciones del grupo, a las que supongo enmarcadas en una especie de corriente musical que busca inscribir la música brasileña en las coordenadas de la contemporaneidad, pero la cuarta parte responsable del torbellino de emociones que nos embargó tenía que ver con los propios músicos y con su actitud en el escenario. Una ceremonia profana de exultante celebración de la vida, un magma de hedonismo festivo que nos caló hondo durante las dos horas de concierto, recordándonos que a veces la música es superior a cualquier otra experiencia que podamos vivir. [Medalla de plata]

3) El viernes c inauguró en el espacio anexo del MARCO una exposición centrada en su intervención site especific en la fachada del Instituto Cervantes de Pekín, "próspera", ligada a otra intervención posterior en la fachada del propio MARCO, enfocadas ambas, como gran parte de su obra última, a una reflexión sobre el espacio público, los usos que se hacen de él y las fuerzas en tensión que compiten para apropiárselo. Estuve haciendo algunas fotos y, debido a ello, apenas pude fijarme en la exposición (argh). Luego fuimos a cenar y nos reímos considerablemente. [Medalla de bronce]

4) Y hoy iremos a Santiago a ver a Michael Gira y a (r). A lo mejor tengo que rehacer la clasificación porque de momento ya sólo me falta dar el diploma olímpico y posiblemente casi que como que no. La mayor parte de las semanas del año transcurren todas iguales, sin apenas nada destacable que contar. Pero en otras los días parecen no llegar a nada. Adaptación.
perspectivas
Parece estar poniéndose de moda el sabotear actos políticos en las universidades. En los tres casos que conozco hasta la fecha, me sorprende, por encima de todo, las justificaciones que en varios foros de internet se pueden leer acerca de tales acciones. Tales justificaciones comienzan realizando una ligera crítica del acto en cuestión -generalmente porque le hacen un favor a los agredidos- para terminar diciendo algo así como que "se lo merecen por ser unos fascistas que vienen a la universidad a provocar". Mi asombro, en general, alcanza dimensiones mayúsculas ante esta clase de razonamientos que siempre terminan presentando como algo digno de ser elogiado el reventar una conferencia, una charla o un mitin. Detrás de tales acciones se oculta una lógica simplemente abominable que comienza convirtiendo al adversario en enemigo y al enemigo en una "cosa" que no tiene derecho ni a hablar ante sus propios seguidores. Así, uno puede insultar y amenazar con libertad en estas circunstancias , pues "las cosas" a las que se dirige la agresión están despojadas de su dignidad básica como seres humanos, no merecen ni el respeto básico de poder hablar ante un auditorio.

Los fascistillas "luchadores" que protagonizan estas algaradas pasan por "radicales" ante sus afines, pasan por ser tipos con un alto grado de conciencia social y política y, en el colmo del delirio incluso para algunos de sus seguidores devienen en una especie de mártires, en una suerte de luchadores ejemplares por la libertad de cuyo sacrificio ante las fuerzas represoras sólo cabe estar orgullosos.

Curiosamente sólo hay algo tan repugnante como sus acciones: el aprovechamiento que de ellas hacen los agredidos para lanzar una descalificación global de todos sus rivales políticos y presentarse como mártires de la libertad y de la defensa de la sociedad democrática. Y eso los equipara de una manera tan perfecta que, realmente, al ver a unos y a otros en cualquiera de los vídeos que andan por internet sólo pienso en decirles a todos ellos: "que se besen, que se besen, que se besen".
la era del apocalipsis
Desde siempre me han gustado los relatos sobre el apocalipsis. Libros, cine, cómics, esas cosas que, tras el disfrute enésimo fin del mundo, siempre te dejan con ganas de más. Accidentes nucleares, guerras mundiales, plagas venidas del espacio exterior, virus más peligrosos que un político en plena precampaña electoral, etc etc. Sin embargo, a base de extenderse como argumento secundario de relatos centrados en otras temáticas, el género se ha ido devaluando a gran velocidad. Lo normal es encontrarse de media unas cincuenta veces diarias -dependiendo de los medios que uno frecuente- historias detalladas del apocalipsis que está por venir. De entre mis fuentes favoritas destacaría: las páginas de economía de los periódicos, las secciones de sucesos de los informativos en los telediarios, las noticias sobre el exterior en cualquier medio y, mi preferido absoluto, la sección de política nacional en los medios digitales de derechas en internet. Las variedades de fin del mundo que manejan son tantas y tan amplias que desbordan con mucho la imaginación de cualquier escritor de ciencia ficción: terrorismo, delincuencia, inmigración, sanidad, política territorial, memoria histórica, derechos civiles, educación, religión, desempleo y un interminable etcétera de motivos configuran un discurso en el cual sólo hay una idea dominante: todo es terrible, y será infinitamente más terrible aún si nosotros (quiero decir, ello) no alcanzamos (alcanzan) el poder. Como por ahora da la impresión de que no lo van a lograr (crucemos los dedos), nos esperan, previsiblemente, otros cuatro años anunciando el fin del mundo. Siento un placer insano al intentar aventurar los nuevos argumentos de sus futuros vaticinios. ¿Qué nuevas proclamas nos aguardan tras haber agotado todas las variantes posibles del apocalipsis en sólo cuatro años? Por favor, que llegue ya el 9 de marzo, que seguro que a partir del día 10 empieza la fiesta!!!
fragmentos para un manual de emergencia del votante acojonado (I)
[una vez más Manel Fontdevila se sale en público]





si mi vida fuera una serie de televisión la crítica diría:

Las primeras temporadas son un poco flojas. Hay pocos personajes y la acción escasea, pero la incertidumbre dominante hace que se mantenga -por los pelos- el interés. Hacia la mitad de la serie empieza una deriva preocupante en la cual aparecen multitud de personajes secundarios que entran y salen sin muchas explicaciones. Tras estas temporadas de desconcierto y deriva la cosa va cayendo progresivamente en el aburrimiento y la previsibilidad. Las últimas temporadas mejor no las vean. No pasa nada. Los anuncios que hay por el medio son más interesantes. Es fácil imaginar cómo termina.
ésto no puede ser bueno
Es febrero. Últimamente bajo la avenida del aeropuerto con menos frecuencia que antes (me encanta la palabra "antes", bajo sus cinco letras sólo hay misterio, imprecisión, inexactitud). En uno de mis recorridos veo, un año más, los ya célebres -entre los conductores- carteles de la marca de ropa interior femenina Lise Charmel en todas las paradas de autobús que salpican la avenida. Antes, los carteles aparecían sobre el mes de marzo. Anunciaban la primavera de una manera que una crítica de moda de EP3 llamaría cerdi-chic. También disparaban los impactos por alcance entre automóviles en la citada calle. Podría resumirlo diciendo que, para mí, la primavera habitualmente son coches espachurrados pocos metros después de innumerables paradas de autobús con anuncios de ropa interior. Es una exageración, claro, no hay innumerables paradas de autobús. Este año, contra toda previsión, el día 13 de febrero la avenida del aeropuerto ha amanecido salpicada de carteles. He bajado la velocidad para poder comprobar las bondades de la nueva línea de Lise Charmel. No está mal. Hay una depuración formal que suaviza los barroquismos del año anterior aunque no cede la apuesta por los estampados atrevidos, hay una estilización de las líneas y una mayor discreción en el uso del color, reduciendo la gama cromática para lograr conjuntos más contenidos, más sobrios. Dicen que conducir es agotador. Puede ser, pero a veces merece la pena.
apología de las cosas pesadas
Discutía hoy con Rafa y Marco sobre las cosas que almacenamos en nuestras casas y la cantidad de espacio que ocupan inexorablemente con el paso de los años. Los tesoros de juventud como revistas, cómics, libros, singles, cds, cintas TDK de cromo o ferro III olvidados en algún rincón de algún trastero al que no volveremos en mucho tiempo. Rafa decía, sólo quiero quedarme con las cosas que quepan en el maletero de mi coche. Marco y yo defendíamos, en distinto grado, la postura contraria. Algo en nosotros apuesta por rodearse de objetos a los que asignar cuotas de participación de valor variable en la construcción de nuestro "yo". Sin embargo, pocas de ellas son realmente relevantes, cumpliendo la mayoría la función de satisfacer obsesiones del momento, caprichos circunstanciales o necesidades ocultas del tipo "ser como los demás" o "ser diferente de los demás". Pensé en el maletero que debía tener mi coche para poder llevar conmigo esa historia de mi vida repartida en fragmentos inconexos y que reposa en estanterías, cajas de cartón, pilas en un armario o baúles desvencijados. Me haría falta un trailer. Y aún derramaría algunas lágrimas por los restos que quedasen atrás. Vivan las cosas que pesan. Y las que ocupan sitio. Y las que complican las mudanzas y nos hacen conscientes, con el paso de los años, del paso del tiempo y de la fragilidad de nuestra huella.
hablemos de respeto
[vía Carlos el rojo]




(me ha hecho gracia)
james hillman, el pensamiento del corazón




Descubrí a James Hillman este verano de la mano del blog de Monsieur Tiffauges. Su libro "Pan y la pesadilla", dedicado a trazar una genealogía del dios Pan entrecruzando la psicología de raíz jungiana con los relatos mitológicos, resultó ser una especie de explosión en medio de la placidez de un verano especialmente dedicado a la molicie y a las deliciosas derivaciones de la vida ociosa. En dicho libro el autor trazaba una suerte de relato histórico-psicológico de la pesadilla vinculando ésta a la figura del dios caprino, presente según Hillman "en las psicopatologías del instinto como la violación, la masturbación, los terrores nocturnos o cualquier pulsión natural que nos aparte de nuestros hábitos civilizados". En "el pensamiento del corazón" se recogen dos conferencias de 1981 y 1982 destinadas a recordarnos el papel de la inteligencia del corazón en nuestra relación con el mundo. Tomando como punto de partida la obra de Henry Corbin -autor completamente desconocido para mí- Hillman se lanza a la tarea de establecer unas bases para una filosofía del pensamiento del corazón. Para ello el autor recurre a los pensadores neoplatónicos y a los primeros estudiosos de la fisiología del corazón, estableciendo la existencia de hasta tres corazones en cada persona:

En primer lugar mi corazón es mi humanidad, mi determinación de vivir, mi fuerza y mi intensa pasión. Gracias a él, nada me es ajeno; todo tiene cabida en su reino de dignidad. [...]Llamemos a ésto "el corazón del león", coeur de lion.
En segundo lugar, mi corazón es un órgano del cuerpo: es un músculo o una bomba, un mecanismo complejo y un depositario secreto de mi muerte. Llamemos a este corazón palpitante "el corazón de Harvey" [el primero en señalar que el corazón estaba divido en dos partes diferenciadas].
En tercer lugar, mi corazón es mi amor, mis sentimientos, la sede de mi alma y mi sentido de persona; es el lugar en el que habitan la intimidad, el pecado, la vergüenza, el deseo y la divinidad insondable. Llamemos a ésto "el corazón personal", el corazón de san Agustín.

Algunos de los párrafos más interesantes del libro están relacionados con la pérdida de vitalidad de este corazón del que habla, con su paulatina parálisis y su desapego del mundo, con su incapacidad para conmoverse ante el caudal de sensaciones que provienen del mundo real:

Los novelistas William Styron y George Orwell, así como la socióloga Hanna Arendt, al escribir sobre el mal totalitario, y en concreto sobre los sistemáticos crímenes nazis, llegaron, cada uno por su cuenta, a la conclusión de que el mal no es lo que uno se espera: crueldad, perversión moral, abuso de poder, terror... Éstos son sus instrumentos o sus resultados. Pero, en el sistema totalitario, el mal más profundo es precisamente aquel que lo hace funcionar: su eficiencia programada, unilateral, monótona; el formalismo burocrático, la tediosa rutina cotidiana, la homogeneidad, el aburrimiento, la corrección, las generalizaciones, la uniformidad. Pensamiento nulo y nula receptividad: Eichmann. La forma sin ánima se convierte en formalismo, conformismo, formalidades, fórmulas, formularios; formas sin brillo, sin presencia corporal; cartas sin palabras, empresas sin nombre.
[...]
Cuando estamos aburridos, hastiados, an-estesiados, estas emociones de desolación constituyen precisamente las reacciones del corazón a la vida anestésica de nuestra civilización, a los sucesos que no nos dejan sin aliento, que son mera banalidad. Lo feo es entonces todo aquello de lo que no nos damos cuenta, aquello que simplemente nos aburre, pues eso es lo que mata al corazón.

Hacia el final, en la segunda conferencia, dedicada al retorno del alma (el corazón de antes) al mundo, dice:

Quiero decir que las distorsiones de la comunicación, la sensación de acoso y alienación, la falta de intimidad con el entorno, el sentimiento de falsedad y de vacío interior, que implacablemente experimentamos en esta nuestra morada común, son auténticas valoraciones realistas y no percepciones de nuestro yo intrasubjetivo. Mi profesión me enseña que ya no puedo distinguir claramente entre neurosis del yo y neurosis del mundo, entre psicopatología del yo y psicopatología del mundo.
[...]
El uso contemporáneo de la palabra "derrumbamiento" muestra lo que quiero decir.[...] El sistema del tráfico, los sistemas educativos, el sistema judicial, los gigantes de la industria, los gobiernos municipales, la economía, la banca... todo está en crisis, se derrumba, o debe ser apuntalado ante la amenaza de un colapso.
gipi, el local




No hay adolescencia que merezca tal nombre si carece de épica. Y, si para sostenerla hace falta una banda sonora adecuada, la mejor de las opciones es fabricársela uno mismo. Cinco canciones, las de la maqueta de un grupo de teenagers italianos de clase media situados en la antesala vital de cualquier cosa, desfilan por las páginas de este cómic sirviendo de excusa para presentarnos sus vidas y las complicadas relaciones que bajo la aparente simplicidad de la edad se pueden llegar a establecer. Pero la épica no se construye sólo con una banda sonora. Precisa acciones que la sostengan, una actitud frente al mundo, un código propio para obrar en/sobre él. Cada uno de los protagonistas pega zarpazos contra la jaula invisible -la de su condición social y familiar- en la que se sienten vagamente encerrados sin ser capaces de poner nombre a la necesidad de pegar gritos, romper cosas y, llegado el caso, cometer un delito. La necesidad de la transgresión flota en los ensayos del grupo como un elemento más de la personalidad adolescente, materializándose finalmente en una dirección algo absurda, tonta incluso. El final, abierto y sugiriendo cierta idea de circularidad, parece decirnos, da igual que vuestra vida sea monótona, aburrida o condenada a la parálisis del mundo adulto: si quereis sentiros realmente vivos, echad la vista atrás y recordad al adolescente que erais, algo de él queda todavía aplastado ahí debajo por toneladas de años de renuncias, sumisiones y obediencias. Recuperadlo. Buscaos un local y poneos a gritar. Ya!
michael gira, santiago d.c. 23 de febrero
El festival sinsal se expande hacia otras ciudades. En breve, Michael Gira estará en el Salón Teatro en Santiago de Compostela. Para los que, como yo, sólo recuerdan -y no demasiado- su etapa al frente de los swans, ahí va una grabación relativamente reciente (octubre de 2007 en Chicago). Allí estaremos.






Diez años antes...




... y 25 años antes...



james sturm, encima y debajo




Leyendo este cómic me he acordado de la serie de televisión "carnival". No por la época, los dos relatos que aparecen son respectivamente de principio y final del siglo XIX, sino por las historias que se cuentan y su tratamiento gráfico. El autor recoge, a partir de varias fuentes historiográficas, dos episodios de esos que probablemente no aparecen en ningún tomo de Historia (con mayúsculas) norteamericana, pero que forman parte de esa intrahistoria en la cual las tragedias individuales sólo se comprenden a la luz de los dramas colectivos. La primera historia nos traslada a una especie de reunión religiosa multitudinaria en los albores de la conquista del oeste. Una familia pretende que un supuesto predicador milagroso salve la vida a su hija moribunda. Rodeados de fanáticos y de gente tan desesperada como ellos comprenderán que la supervivencia en sus circunstancias pasan por saber encajar de pie el dolor, la enfermedad y la muerte. La segunda historia gira alrededor del origen de una fortuna inmensa. Del fango moral del que nace el dinero acumulado, del sufrimiento propio y ajeno, de las renuncias y vilezas que se han de llevar a cabo. Las dos narraciones están desarrolladas con sobriedad y sin efectismos, de una manera que sólo cabe definir como "clásica". El tema principal es la colonización blanca del territorio que es actualmente los Estados Unidos. La cara b de la épica de las películas de vaqueros, el polvo que ha quedado bajo la alfombra de la historia oficial. Me ha gustado la elección del punto de vista del autor, su lugar en la frontera entre lo documental y la ficción, como si hubiera comprendido que ambos géneros por separado fueran insuficientes para comprender y explicar el/los pasado/s.
la generación domesticada
Ahora comprendo algunas cosas. Demasiado tarde y sin que me sirva para mucho. Tiene algo que ver con el lamento por la infancia perdida, con la adolescencica atravesada de ansiedad, con una juventud siempre por debajo de las expectativas, con la sensación permanente de incompletitud, con el cansancio al final de los días y con el escepticismo del que cree saber que casi todo va mal y que casi nada tiene arreglo. Toda esa mierda es la que me ha convertido en el ciudadano modélico que ansían los poderes que de facto dirigen con astucia nuestras vidas. Obediente. (Más o menos) ordenado. Poco protestón. Anclado a la comodidad. Siempre más decidido a no hacer algo que a hacerlo mal. Obsesionado con las menudencias derivadas del "yo". Incapaz de entender de una manera física, real, no intelectualizada, el "nosotros". Preparado para asumir un tipo de inmolación que tiene lugar todos los días a todas horas. Conformista. Cobarde. Perezoso. Dispuesto a hacer autocríticas estériles y a arrepentirse de todo a todas horas. Congelado en un instante perpetuo en el que no sucede nada. Uno más.
 

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