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el cielo
Veo el vídeo del tipo ese que agrede a un niña colombiana en un vagón de metro en Barcelona. Las imágenes, sin sonido, con esa cámara fija que hace establecer al espectador una relación con la escena que roza el voyeurismo, son terribles porque en ellas se adivina una lógica que, de no mediar la azarosa parada del tren, amenaza con lleva la acción hasta un desenlace trágico. Frente a ellas experimentamos una rabia que, de estar en ese tren, seguro que sería paralizante pavor. En diferido es fácil creerse un héroe imaginario que le da su merecido al malo mientras salva al débil. En directo seríamos parte de los débiles. Gallinas que se ocultan a la mínima señal de problemas. Esa brecha entre el papel que imaginamos que adoptaríamos en los relatos sobre la realidad y el papel real que improvisamos en la vida de verdad es la que nos convierte sino en cómplices sí en algo que nos sitúa más cerca del agresor que del agredido.

[Una vez más, Borges, en "Historia de la Eternidad", citando a Plotino acerca del cielo cristiano:

Nadie camina allí como sobre una tierra extranjera.

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