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optimismo

Robert Bresson en "notas sobre el cinematógrafo":

Haz que aparezca lo que sin tí quizá nunca se vería

Me gusta como regla de vida. Completamente.
frases hechas

Ayer estaba viendo la serie esa del fiscal tiburón en la sexta, una de las miles que juegan sobre seguro con sus historias contadas mil veces y los problemas de relación habituales junto a esa fatigante "tensión sexual no resuelta" que se establece entre los personajes por parejas. En medio del tedio más absoluto, una de las protagonistas, tras contar una falsa historia de abusos infantiles en carne propia para conseguir un testimonio decisivo y jactarse posteriormente de ello, dice:

- la intimidad está sobrevalorada.

Tras escuchar la frase desperté de golpe y vi toda una vida de frases hechas circulando ante mis ojos en pocos instantes. En los últimos tiempos la fórmula "x está sobrevalorado/a" es una muletilla que sirve para que el que la pronuncie crea que es un tipo increíblemente agudo y profundo. Lo sé porque yo la he usado con la frecuencia suficiente para resultar odioso y gilipollas a partes iguales. Mentalmente hice un rápido ejercicio de combinatoria y me salieron unas cuantas demostraciones de banalidad lustrosa que ofrezco desde aquí a todos aquellos guionistas de televisión que no sepan salir de un callejón sin salida argumental:

- el sexo está sobrevalorado
- la comida está sobrevalorada
- el respirar está sobrevalorado
- los blogs están sobrevalorados
- la pornografía está sobrevalorada
- la música está sobrevalorada
- la literatura está sobrevalorada
- la seleccióne española de baloncesto está sobrevalorada

la estupidez como norma

El delirio buenrrollista de nuestras administraciones, empeñadas en demostrarnos que los ciudadanos somos una panda de tarados, parece ser un auténtico saco sin fondo en el que tirar miles de euros de la manera más ridícula posible. Me he enterado de que en mi ciudad existen unos cursos llamados "Vivir en parella é cousa de dous" promovidos por esa cosa esotérica que se llama concejalía de igualdad, que ofrece dos cursos exclusivamente para hombres en los que se enseñan cosas tan complejas como: a) planchar la ropa, b) hacer la comida, c) poner la lavadora y d) encender la aspiradora (nota: una de ellas es falsa). Otros dos cursos dirigidos exclusivamente a mujeres ofrecerán conocimientos tan sofisticados como: a) cambiar bombillas, b) arreglar enchufes, c) desmontar un grifo y d) poner en hora el microondas (nota: uno de ellos etc etc). Los otros dos cursos serán mixtos y ofrecerán instrucciones para la vida en pareja (este último promete!!!, aunque tanto buenrrollismo posiblemente los acerque más a un cursillo prematrimonial cristiano que a otra cosa). La concejala del ramo, mientras, superorgullosa de su tarea y con cara de estar convencidísima de que a este paso la igualdad real está hecha. Por diooooos...

La misma concejalía propone para dentro de dos meses otro supercurso: "supervivencia doméstica" dirigido a adolescentes algo perturbardos, supongo, y -ésto no lo dice- a todos aquellos que ignoran: a) que el dinero se acaba al gastarlo, b) que las cosas se ensucian/rompen/gastan al usarlas y hay que limpiarlas/repararlas/renovarlas, c) que telepizza no es la única opción para cenar y d) que los electrodomésticos pueden ser tus amigos si los tratas con amor.

Eso sí, de los cerebros que están detrás de este carrusel de genialidades, ni una palabra, no los vayan a reconocer por la calle.
a toda crítica

Leo en imbécil y desnudo, un fragmento de una entrevista radiofónica de 1948 a George Bataille en la que éste habla de cómo debe ser una crítica literaria:

El ideal es la brutalidad, una buena crítica debería funcionar como una guillotina, de ella debería más bien salir sangre que otra cosa. Pero realmente creo, con alguna experiencia, que eso no está al alcance de los hombres y que, en el fondo, sin poder llegar hasta el fin, y sin poder matar a quienes no se ama, ni verdaderamente llevar al cielo a los que se ama, no queda más que permanecer en una suerte de modestia.

Me gusta casi como regla de vida. Casi.
mediodía de domingo
Estoy comiendo en una cafetería mientras en el televisor ("el plasma", lo llaman ahora), sin apenas sonido, se ven las imágenes de una carrera de motos. Uno de los participantes, Dani Pedrosa, coge una curva a unos 180 km por hora y se cae. La repetición es increíblemente plástica, con la imagen congelada en el instante en el que su cabeza toca el suelo. El cuerpo, convertido en algo a merced de fuerzas que ya no están bajo su control, traza una estela dramática sobre el negro del asfalto. La moto, mientras, deja un reguero de chispazos tras de sí al avanzar hacia la cámara dando volteretas. Luego hay una imagen de un mecánico levantando el cuerpo del piloto, que parece un extraterrestre recién caído sobre la superficie de la tierra. En la mesa de al lado, dos hombres hablan en una lengua que no conozco y que intuyo que debe ser ruso o rumano o algún otro idioma que me suena de grandes películas como el mito de Bourne o guardianes de la noche/del día. El mayor de los dos tiene una voz grave, llena de recovecos y aristas que resuena en nuestra zona de la cafetería. Cada vez que habla intento descifrar lo que dice a sabiendas de que no podré. Me recuerda un monólogo de William Burroughs que oí hace mil años. Es ese tipo de voz que sale de las gargantas de los que se han abrasado en su propia experiencia vital. Miro discretamente hacia el dueño de ese sonido perturbador. Es un hombre que debe rondar los cincuenta. Sobriamente vestido y con buena cara, sonríe intermitentemente a su compañero de mesa unos treinta años más joven y pasa completamente de la carrera. Me traen el segundo plato. En el plasma veo ganar a Capirossi. Los rótulos dicen "Stoner world champion 2007". El realizador repite la imagen de Pedrosa congelándose en su caída. Los rusos imaginarios, mientras, se marchan de la cafetería y desaparecen en el interior de la ciudad bañada por los últimos rayos de sol de Septiembre.
síntomas
Los surcos en los bordes de los ojos cuando sonreímos. Las dos líneas descendentes a ambos lados de la nariz, esa mueca petrificada que delata lo que somos y lo que nunca seremos. La textura de la piel bajo los párpados inferiores. La textura de la piel de las manos. El brillo graso de algunas partes de la cara. Ese cansancio. Todas las cosas que se desploman silenciosamente ahí dentro. Las veces que hemos bajado la cabeza. Todos los días que hemos olvidado al día siguiente de haber pasado por ellos. El ruido que nos duele. Las cosas que hemos aprendido a obviar. Cómo miramos a todos los que no son nosotros. No soy médico, pero ésto tiene mala pinta.
príncipes del cemento, reyes de la corrupción
Leo por ahí que está de moda que la gente escriba su autobiografía en unas pocas líneas para colgarla después en la wikipedia. Me parece ingenioso e infantil simultáneamente. En realidad me hace tanta gracia que me lo pienso unos instantes pero mi cinturón de seguridad moral aguanta bien el impacto y me retiene. También leo por ahí que un constructor salido literalmente de la nada va a inaugurar este fin de semana una urbanización de 13.000 viviendas que, en la práctica, viene siendo una ciudad salida de la nada. El constructor tiene una extensa biografía en la wikipedia que parece escrita por algún amanuense a sueldo. Este verano ví su yate de 46 metros de eslora (que va a cambiar por otro de 72 según cuenta la autobiografía abreviada) en Palma, amarrado a lo lejos, como una especie de animal marino mitológico. Siempre que pasábamos cerca, le echábamos un vistazo y, ritualmente, uno de nosotros decía "ese es el yate del pocero", como quien dice "ahí está la estatua de la libertad", "ahí están las cataratas del Iguazú" o "ahí está la gran muralla china". En la fiesta de inauguración de la ciudad -que lleva, como no, su propio nombre- no va a haber ningún político de ningún partido, pero sí van a a estar Falete y Farruquito o algo por el estilo. A los primeros se sobreentiende que ya les ha debido "pagar" sobradamente y por lo tanto considerarán que para qué van a ir, menuda pérdida de tiempo. Sobre su modélica biografía de self made man que empezó limpiando fosas sépticas a los catorce años (esa línea de su biografía ya vale por las dos o tres que como mucho se podrían escribir de la mía y de cincuenta mil como yo) pesa la sombra de una condena a cuatro años por corrupción. Me pregunto, si tuviera también unas empresas que facturasen los 177 millones de euros que facturan las suyas, cuantos tirones bruscos aguantaría mi cinturón de seguridad moral.
fin de temporada
Hoy sí. El verano se ha terminado definitiva y abruptamente. Voy al colegio envuelto en uno de los familiares cúmulos de niebla que se extienden por toda esta parte de la ciudad. Figuras fantasmales por el patio y pasos apagados sobre superficies húmedas. Desde el coche, el paisaje difuminado casi es soportable, no como habitualmente. En la cafetería, bajo la luz demacrada de un fluorescente, mis compañeros y yo hacemos un conjunto algo desvaído, un grupo de gente fatigada por anticipado del que todo el mundo parece a punto de irse. Volviendo a casa, levantada ya la niebla matinal, el cielo sigue de color gris claro y los colores del paisaje han muerto todos de golpe. La ropa que dejé a secar la noche anterior sigue húmeda, y al tocar las toallas todavía mojadas siento una descarga eléctrica de tristeza de poco voltaje, una pena menor, la de los días de sol y playa que ya son, otro año más, un puñado de recuerdos diminutos.
ya (y II)
George Steiner en lecciones de los maestros:

El único Maestro auténtico es la muerte.
aullidos
Algunas veces, en mitad de la noche escucho aullar al perro del vecino. Me siento entonces sobre la cama y su prolongado lamento parece la emisión de radio de algún programa nocturno sobre gente desesperada. Sobre el fondo blanco del silencio de la madrugada, el aullido es un trazo recto, implacable, una línea oscura que contiene en sus infinitos puntos una tristeza inconmensurable. Tras un par de minutos la transmisión cesa. Algo de ese lamento se instala en el dormitorio y queda agazapado en alguna esquina, esperando. Sé que está ahí.
el fin se acerca
El pasado fin de semana leí una crítica de la última novela de Don Delillo (falling man) a cargo de Juan Manuel de Prada (glubs) que (reglubs) me gustó. Al día siguiente, me descubrí leyendo con avidez una entrevista-reportaje sobre el escritor norteamericano a cargo de (recontraglubs) Antonio Muñoz Molina. De Prada + Muñoz Molina en el plazo de dos días y con calificación global de "bien". Ya he pedido cita en el neurólogo. Espero que no sea grave.
ya
George Steiner en lecciones de los maestros:

Enseñar con seriedad es poner las manos en lo que tiene de más vital un ser humano. Es buscar acceso a la carne viva, a lo más íntimo de la integridad de un niño o de un adulto. Un Maestro invade, irrumpe, puede arrasar con el fin de limpiar y reconstruir. Una enseñanza deficiente, una rutina pedagógica, un estilo de instrucción que conscientemente o no, sea cínico en sus metas meramente utilitarias, son destructivas. Arrancan de raíz la esperanza. La mala enseñanza es, casi literalmente, asesina, y, metafóricamente, un pecado. Disminuye al alumno, reduce a la gris inanidad el motivo que se presenta. Instila en la sensibilidad del niño o del adulto el más corrosivo de los ácidos, el aburrimiento, el gas metano del hastío. Millones de personas han matado las matemáticas, la poesía, el pensamiento lógico con una enseñanza muerta y la vengativa mediocridad, acaso subconsciente, de unos pedagogos frustrados.
hay otros mundos
En la radio del coche tengo sintonizada una emisora en la que sólo se oyen voces de gente rezando. Hace unos días descubrí una especie de canal local en el que emiten algo parecido a un espectáculo de porno cutre en una mitad de la pantalla mientras en la otra mitad vuelan los mensajes del tipo "chico 26 años busca chica para follar". Cerca de mi casa están en fiestas, ayer por la noche se podía escuchar con claridad el repertorio clásico de todas las orquestas de esta parte del mundo: un poco de Bisbal, otro poco de Paulina Rubio, unas pizcas de reggaeton de hace tres temporadas, los pasodobles intemporales y los clásicos de siempre de Georgie Dann. En Localia emiten un programa en las madrugadas en el que un tipo vestido de frac y cara de cocainómano en pleno subidón juega al póker con una chica que está siempre desnuda. El tipo hace chistes de discreto contenido sexual. La chica siempre es ucraniana o rumana o eslovaca. Mi amigo F me ha regalado el diario filosófico de Hanna Arendt (1950-1973), su prólogo abre con esta cita de Albert Camus:

... cada generación se cree dedicada a rehacer el mundo. Sin embargo, la mía sabe que no lo hará. Pero acaso su misión sea más grande. Consiste en impedir que el mundo se deshaga

Hoy es EL aniversario. Siguen entrando oleadas de niebla por la boca de la ría. Esta noche no se ve la luna. En otro programa de Cuatro dos chicas muy delgadas en biquini se abrazan mientras dan saltitos. Mientras veía la jungla de cristal por vez número veintisiete caía en la cuenta de lo muy ochentera que era la película, y de que debió ser la última vez en la historia del cine en la que los terroristas eran rubios, alemanes e iban vestidos como de Adolfo Domínguez. Un escalofrío retrospectivo me recorrió la espalda en la escena en la que el jefe de los malos -Hans- se precipita al vacío desde un piso treinta mientras el rascacielos en el que transcurre la acción aparece envuelto en llamas. Hoy es EL aniversario. Sí, yo tampoco me lo puedo creer.
vida en el coche
Bajo temprano al centro de la ciudad. Envueltas en retazos de niebla las luces de los semáforos son indicadores flamígeros que parecen desprender nubes de vapor por sus bordes. Con la ventanilla bajada me dejo aspirar por los penachos húmedos que invaden las calles. Delante de mí un coche se detiene bruscamente ante un paso de cebra, piso el freno mecánicamente mientras cambio de emisora de radio y, a unos 0,5 kilómetros por hora, escucho el sonido apagado de una defensa impactando contra otra. Sin creérmelo bajo del coche corriendo, sale el conductor de delante, nos miramos, no ha pasado nada, me disculpo mientras mi cara le hace la competencia al semáforo de atrás. Subido de nuevo al coche, escucho a PJ Harvey, aporrea un piano mientras lanza gemidos fantasmagóricos. Lejos de los hachazos de su guitarra eléctrica, su voz resulta igual de dolorosa pero en una modulación diferente, como si el filo de la navaja que son sus canciones estuviera algo mellado y en vez de cortar produjera desgarros. Por la ventana entra el olor a café recién hecho de una cafetería próxima. La niebla comienza a levantarse.
una de cómics
george herrimann, krazy&ignatz vol.3 1929-1930


portada de Kraxy&Ignatz nº3 1929-1930


78 años después de su publicación, las tiras de Herrimann, en su ya tercer tomo recopilatorio, se leen como si hubieran sido publicadas hoy mismo. La carga poética y surreal del triángulo imposible que forman Krazy Kat, el ratón lanza-ladrillos Ignatz y el policía "agente cachorro" aún no ha sido superada a estas alturas del siglo XXI. Cuenta el prólogo que la serie, en el momento de su publicación, tuvo que soportar la indiferencia y la crítica de sus contemporáneos, incluyendo a todos los jefes de Herrimann. Afortunadamente, las desventuras de los habitantes de Coconino tenían lo suficientemente subyugado a William Randolph Hearst, el gran magnate de la comunicación estadounidense de la primera parte del siglo XX, como para garantizar su publicación continuada y que el bueno de George nos dejase una cantidad ingente de material impreso para disfrutar. Poco se puede decir de una serie que resulta subyugante y perturbadora, que te abre el corazón a ladrillazos y que siempre termina por dejarte el poso nostálgico de los mundos que nunca conocerás, de los paisajes imposibles habitados por personajes que, en su absurdo, terminan resultando asombrosamente verosímiles y extrañamente queribles.

charles schultz, snoopy y carlitos, tiras dominicales 1959 a 1960


Portada carlitos y snoopy tiras 1959 a 1960


48 años después de su publicación, las tiras de Schultz, en su ya quinto tomo recopilatorio, se leen como si hubieran sido publicadas hoy mismo. Mi serie de tiras cómicas favorita de los últimos tiempos evoluciona con paso lento pero firme, define con precisión personajes ligeramente retorcidos, sutilmente amargados y siempre en el límite entre la broma cruel y el chiste inocente. Todo el paisaje humano que aparece por aquí está trazado con una complejidad y profundidad excepcionales. El único protagonista no-humano, el perro más proteico de la historia del cómic, es, sencillamente, un personaje maravilloso sobre el que el autor deposita, con ternura e inteligencia infinitas, todas las características de las que carecen sus compañeros de reparto humanos. No me cansaré de repetirlo: aquellos que sigan viendo en Snoopy aquel paradigma de lo pijo y lo ñoño que consagraron los años ochenta pueden estar orgullosos de su necedad (necio: del lat. nescĭus, adj. Ignorante y que no sabe lo que podía o debía saber) y de que los prejuicios y los caminos fáciles de lo consagrado oficialmente como obvio puedan más que su curiosidad.



Carlitos y Snoopy: tira 1



Carlitos y Snoopy: tira 2



matt groening, el enorme libro del infierno


Portada de el enorme libro del infierno


20 años -con un abanico de más menos cinco- después de su publicación, las tiras de Groening, se leen como si hubieran sido publicadas hoy mismo. El creador de "Los Simpsons" era un jovenzuelo muy airado que arremetía (inicialmente a base de fotocopias y autoedición) con divertidísima mala hostia contra la sociedad de su época. Después de varios tomos exprimiendo el original "life in hell" (hemos visto, aparte del tomo rojo homónimo, los posteriores "el trabajo es el infierno" y "el amor es el infierno"), empieza a quedar claro que el mejor material de estas tiras ya ha sido publicado. Algunas de las historias que se pueden leer en este tomo están ya un poco agotadas o son vueltas de tuerca a situaciones narradas con más acierto en otras ocasiones. Pese a ello, un considerable puñado de vitriólicas reflexiones sobre el amor, el trabajo, la vida en pareja o la política hacen que este tebeo se eleve con grandiosidad sobre la mayoría de los cómics que se publican actualmente bajo la etiqueta de "underground" o "alternativo". Aunque Groening se haya vendido de mala manera con esa película infame sobre Los Simpsons que hemos padecido este verano, no perdamos la perspectiva sobre quien es y lo que ha sido: un monstruo absoluto del cómic al que no han podido hacerle ni un poco de sombra sus millones de (malos) imitadores.



viñeta de el enorme libro del infierno=

detour
He ido a ver un concierto-espectáculo de detour, el dúo musical formado por Iria Piñeiro (voz, bailes, monólogos) y Manuel Santamaría (piano, paciencia, saber estar). Me he reído tanto que aún no termino de creérmelo. La excusa argumental es una especie de autobiografía cantada de Lolita Castañer Rabas, cordobesa del 31, interpretada por una Iria Piñeiro que derrocha sobre el escenario una inteligencia y una presencia escénica muy poco corrientes. El dúo, instalado en una suerte de pequeño cabaret ambulante, entre comentario y comentario va desgranando versiones risueñas de estándares del jazz, el swing o de la bossanova, atreviéndose incluso con una hilarante versión de "la zarzamora" que dignifica desde la parodia respetuosa el lodazal que es el mundillo de la copla. Las letras de las canciones son efervescentes pastillas de ironía que te descuelgan de la cara una sonrisa tras otra mientras las ocurrencias de la cantante invitan directamente a caerse de la silla de la risa. Es el sentido del humor, encajado con maestría en unas melodías que te-suenan-de-toda-la-vida, el elemento dominante de todo el espectáculo, el dios pagano al que una suma sacerdotisa en estado de gracia permanente ofrenda toda clase de presentes: chistes sofisticados, escatología variada en bandeja de plata, parodias sutiles a los tics de los músicos en los conciertos, enrevesados guiños al espectador y pequeños juegos verbales ante los que es imposible no arrodillarse y aplaudir.

Y todo ello en un lugar -el bar La Vela, Samil (¿Alcabre?)- de escasa acústica y ante un público que mayoritariamente parecía estar a) esperando a que llegara su camello o b) esperando a que llegaran sus clientes, y que asistió como los cerdos aquellos de las margaritas estupefacto a un espectáculo para el que le haría falta posiblemente alguna clase de estimulación cerebral urgente.
aviones que vuelan, gente que mira
Mientras septiembre extiende una agradable prórroga al tiempo natural del verano aprovecho para poner un poco de orden en casa tras una temporada esquivando la labor. Limpio, plancho, hago lavadoras, hago recados, alegro la vida de los supermercados de alrededor, me ahogo en una tormenta de pequeñas banalidades necesarias. Tras el paréntesis vacacional las rutinas de todo el año vuelven a su lugar. Cuesta rehacer las inercias, adaptarse a los viejos horarios, dejar de ver adictivas series mediocres de televisión hasta altas horas de la madrugada (mi último vicio estúpido: 6 grados), perder el tiempo con la ligereza de la infancia y el sentido de culpa de los gilipollas.

En medio de tanto trasiego paso unas cuantas veces por delante del aeropuerto de Peinador -vivo bastante cerca-, y, en todas ellas, como siempre, encuentro gente que mira cómo despegan y aterrizan los aviones. Un puesto de rosquillas situado estratégicamente indica que la actividad genera movimiento suficiente para dar cabida a pequeños negocios. Los aviones pasan cada diez, quince o veinte minutos. El ruido de las turbinas ahoga cualquier otro sonido y deja al espectador aturdido, como bajo los efectos de alguna droga. Me gustan los dos espectáculos, los inmensos aviones ligeros como confetti, las personas diminutas, ancladas a las vallas que cierran el aeropuerto, mirando aviones que vuelan como si el tiempo estuviera detenido, una mano en una rosquilla, la otra tapándose los ojos para no deslumbrarse con el sol. Secretamente deseo unirme a ellos, pero algo en la soledad de las figuras termina siempre por alejarme. Hay soledades atractivas y otras que te hacen echar a correr. O a volar.
john steinbeck, los vagabundos de la cosecha


portada del libro los vagabundos de la cosecha


La editorial libros del asteroide añade a su exquisito catálogo este título de John Steinbeck, recopilación de los artículos que escribió en 1936 para el periódico San Francisco News y que fueron la semilla de la que después surgiría Las uvas de la ira.

El magnífico prólogo del escritor Eduardo Jordá contiene un buen puñado de jugosas informaciones. Una que desconocía completamente era la amistad profunda entre el protagonista de la película Las uvas de la ira -Henry Fonda- y el escritor californiano. Otra, cuando Steinbeck murió en 1968, fue el actor el que leyó en su entierro el "Réquiem" de Stevenson:


Bajo el vasto y estrellado cielo
cavad la fosa y dejadme descansar.
Alegre viví y alegremente muero.
Sólo deseo pediros algo:

Que sean estos los versos que en mi tumba grabéis:
"Aquí yace, donde amó vivir,
el marino ha vuelto a casa
y el cazador volvió de la colina".


A su vez, cuando Henry Fonda falleció en 1982, en su entierro y por deseo suyo, fue leído el discurso final que recita Tom Joad en Las uvas de la ira.

La militancia izquierdista de Steinbeck constituye el esqueleto de esta serie de artículos. Su estilo, preciso, exacto, iluminador, da forma a su piel. Su profunda indignación con las condiciones de vida de los emigrantes del Sur encargados de recoger las cosechas californianas le lleva hasta sus campamentos para denunciar el trato esclavista y las condiciones inhumanas en las que ejercen su trabajo. Su análisis demoledor de la sociedad que permite tales prácticas no ha perdido ni un ápice de relevancia, de verdad, de actualidad.

El libro va acompañado de algunas de las más célebres fotografías de Dorothea Lange sobre los campamentos, los emigrantes y sus lamentables condiciones de vida.

En esta serie de artículos la palabra "dignidad" se ha empleado varias veces. No se ha utilizado como sinónimo de "vanidad"; con esta palabra hemos querido referirnos a la responsabilidad del hombre para con su comunidad. Un hombre a quien llevan de un lado para otro como si fuera una bestia, rodeado de guardias armados, hambriento y obligado a vivir entre la suciedad pierde su dignidad, ésto es, pierde el lugar que legítimamente le corresponde en la sociedad y, por consiguiente, su ética social.
 

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