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Siguiendo el programa de paradas técnicas previstas en el plan anual de trabajo, este blog queda desconectado de manera temporal. Hasta pronto.
kapuscinski
Leo en la revista letra internacional de abril el dicurso de apertura del periodo lectivo de verano de 2005 en la Universidad de Cracovia a cargo del recientemente fallecido Richard Kapuscinski. Bajo el título de "el encuentro con el otro", plantea una manera de mirar y acoger al extranjero, que, en apenas cinco líneas, derrumba todos los argumentos neocon que nos invaden últimamente. Aquí va uno de los párrafos más hermosos, escrito con la claridad habitual de Kapuscinski:

¡Qué diferente fue la imagen del Otro en la época en la que prevalecieron las religiones antropomórficas, la creencia de que los dioses podrían tomar la forma humana y actuar como personas! Nadie podía decir si el caminante, viajero o forastero que venía hacia él era una persona o un dios con aspecto humano. Esa incertidumbre, esa ambivalencia fascinante, fue una de las raíces de la cultura hospitalaria que ordenaba prodigar atenciones al forastero, a ese ser en última instancia incognoscible.

Cyprian Norwid se refiere a esto cuando, en su introducción a la Odisea, analiza las fuentes de hospitalidad que encuentra Ulises en su viaje de regreso a Ítaca. "Allí, ante cada mendigo y caminante extranjero -observa Norwid- la primera duda era si no lo enviaría Dios. [...] Nadie podría haber sido recibido como huésped si la primera pregunta hubiera sido: ¿Quién es ese forastero? Las preguntas humanas venían una vez establecido el respeto hacia la divinidad que había en él. A eso llamaban hospitalidad, y, por la misma razón, la incluían entre las virtudes y las prácticas piadosas. Para los griegos de Homero, nadie era el último entre los dioses, siempre era el primero, es decir, divino".
1 de mayo
Reducido a acontecimiento folcórico y excusa para hinchar el pecho con el recuerdo de viejos logros cumplidos, la celebración del uno de mayo se ha convertido en una fiesta absurda en la que hay poco que celebrar. Bajo la apariencia de una opulencia en ascenso progresivo se oculta una realidad lamentable en la cual los beneficios de las grandes enmpresas crecen casi al 15% anual mientras los salarios de los trabajadores apenas los hacen sobre el 2%. Pero no es el salario lo peor de toda la historia. Términos como eventualidad, temporalidad, trabajos-basura o flexibilidad laboral han invadido nuestro vocabulario y han colonizado nuestra realidad ante la mirada atónita de unas estructuras jurásicas que parecen reducir su función a gestionar los derechos de los más privilegiados (léase: funcionarios) mientras una masa inmensa de trabajadores desclasados y sin capacidad de maniobra colectiva se despeña por el abismo de las jornadas de doce horas, los horarios flexibles, los despidos sin indemnizaciones, la pérdida continuada de poder adquisitivo, los fantasmas de las deslocalizaciones, los contratos efímeros y la imposibilidad de fijar mínimamente alguna clase de aspiración de estabilidad vital.

Eso sí, en mi ciudad han puesto un millón de banderitas, que cuando se trata de dar color a las calles sólo la alcaldesa "popular" les iguala.
 

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