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agosto lento
Habitualmente Julio es un mes de ebullición. Tras el final de las clases descubro en mí un remanente de energía insospechado que me lleva a trazar rutas imaginarias sobre el mapa de mis deseos. Luego la realidad hace que sólo algunas de las cosas planeadas se lleven a cabo, pero lo importante es la necesidad imperiosa de echarse hacia adelante. Luego llega Agosto y en el reloj las doce campanadas de cenicienta convierten toda la actividad anterior en una calabaza marchita y de pronto hasta el tiempo se ralentiza en plan braquicardia (sí, soy fan de House y de Anatomia de Grey). Ayer y hoy he vegetado rodeado de libros y revistas y series de televisión y cómics atrasados y blogs y páginas absurdas de internet. Y la no actividad también es un euforizante de otra índole y un pasaje a regiones ocultas de uno mismo. Y otra cosa no, pero los viajes al interior de mi pereza siempre me apetecen. Los trayectos por las autopistas del ocio me gustan a velocidades mínimas. En breve, espero cambiar el sofá por la arena de la playa y la conexión a Internet por horas de sol y natación a cámara lenta, como si me estuviera ahogando en una calada interminable. Ay, el verano, que saca al orgulloso gilipollas que llevo dentro.

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