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etienne davodeau, la mala gente




Hay una región en Francia, Mauges, que según algunos historiadores "probablemente malintencionados", debe su nombre a la contracción de las palabras que forman "mauvaises gens" (mala gente). Tradicionalmente conservadora y renuente a cualquier clase de cambio, es el lugar en el que los padres del autor desarrollan una vida en la que la lucha por los derechos de los trabajadores, la vida personal y el fuerte sentimiento de pertenencia a una comunidad se funden en un todo difícil de separar de manera sencilla.

Este tebeo es una especie de documental en viñetas sobre una época y un mundo (la Francia posterior a la segunda Guerra Mundial) desaparecidas definitivamente. Un recordatorio de cómo era la vida en los tiempos en los que el trabajo era la base de toda la organización social, una fuente de relaciones personales y el armazón que marcaba con exactitud la trama de la existencia en pueblos y villas. Para nosotros, habitantes de la era de la globalización, del mundo del post-trabajo y de la (des)organización social que acompaña a la celebración permanente del consumo, semejante manera de vivir podría considerarse casi una especie de curiosidad exótica, una forma de vida inexplicable plagada tanto de ataduras como de certezas y de un sentido de la existencia casi incomprensible.

Los padres del autor van recordando ante la mirada de éste cómo dejaron la escuela a los doce años y comenzaron a trabajar a los trece o a los catorce en condiciones casi inhumanas. Cómo, a través de los sindicatos de raíz católica tomaron conciencia de clase y abrazaron las causas del sindicalismo y de la lucha por los derechos de los obreros. Cómo vivieron el auge de la industria y de la economía entre los 50 y los 60. Cómo hicieron amistades y se enamoraron. Cómo empezaron a intuir que algo iba mal a principios de los setenta. Cómo entraron en política en los 80 (mientras irrumpía en la escena polìtica un jovencísimo Miterrand) y llevaron sus ideas a la práctica desde partidos políticos, asociaciones de vecinos o, -en una pirueta final que muestra a las claras la extinción de sus ideales- a través de asociaciones de consumidores, adelantando el mundo que los 90 y el cambio de siglo traían consigo.

Fácil de leer y con dosis de emoción que se acumulan con lentitud hasta dejar una huella de cierto calado en la memoria, este tebeo trasciende su intención documental para convertirse en algo parecido a una texto historiográfico-sentimental en el que la Historia y las historias de las personas se abrazan, se entremezclan, se revuelven y dan lugar a un testimonio que nos sirve para recordar que hubo una época en la que el trabajo lo era todo, y las luchas para mejorar el mundo algo consustancial a todo trabajador.

Pura arqueología, claro.



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