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david means, incendios




Leo este libro gracias a la recomendación de santi, y, pese a todos mis esfuerzos no termino de cogerle el punto. Me sorprenden los calificativos que leo por ahí considerándolo el heredero de Raymond Carver. Me temo que aún está bastante lejos de conseguir algo así. La temática de los cuentos contenidos en este libro tiene algunos puntos en común con los de Carver, pero la ejecución de las historias no termina de ser redonda: los cuentos tienen que ser perfectos para conseguir el efecto que persiguen y casi ninguno de éstos lo es. Hay mendigos que meditan como colarse en el hall de un edificio para escapar del durísimo frío invernal. Un homeless que aguanta una noche subido a la pieza que engancha dos vagones consecutivos de un tren mientras hace memoria de como ha llegado hasta donde está. Una niña que se muere por una chapuza en la construcción de un jardín. Un maquinista de tren que asume la culpa de un asesinato cometido por unos chicos que matan de una paliza a un ejecutivo. Un médico que teme haber perdido su toque infalible para diagnosticar las enfermedades de sus pacientes y que vive pendiente de una hija que se ha ido de casa sin dejar rastro. Un narrador que dice "no quiero que en mis cuentos muera nadie más". La muerte, el dolor, la pérdida, la percepción intensa del vacío en la propia vida, el desarraigo, las tortuosas relaciones personales... los mimbres son los habituales de cierta narrativa norteamericana contemporánea, pero los resultados no están a la altura de lo que se pretende. Means sabe que escribe bien y se le adivina cierta urgencia por quemar etapas a toda velocidad. En estos cuentos se le ve con demasiada claridad detrás de lo escrito. Es un autor y quiere demostrarlo, quiere que veamos lo listo que es. Y ese es su principal error. En vez de desaparecer discretamente y dejar que sus cuentos peguen los latigazos que hacen que la (buena) literatura sea la droga que es, en vez de dejarlos fluir de acuerdo a su propia lógica interna (y hay varias ideas muy buenas) elige estar presente todo el rato, que el lector no olvide que está leyendo "un cuento de David Means", con lo cual las historias que cuenta no terminan de llegar a donde deben. Quizás algunas sorprendan por una escritura que permite intuir que vendrán obras mayores, pero en general la sensación que permanece es la de "bueno, ¿y qué?".

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