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empieza la temporada (II)
Subo en el 9A la Avenida del Aeropuerto. Pienso en el bus como en una lata de sardinas epiléptica, como un supositorio con aire acondicionado, como un escaparate traqueteante que da al Val do Fragoso. Tras la línea del monte de la Madroa surge la figura de un cirrocúmulo iluminado por un extraño resplandor rojizo. En el aire hay un tenue hilo marrón que sobrevuela el valle, la presencia inconfundible de los primeros fuegos del verano. Hay algo desolador en esta circunstancia. El verano es la exaltación de la vida, y, simultáneamente, todos los años, el tiempo del aire con olor a quemado, de los resplandores extraños en el cielo, de las humaredas inesperadas y de la tristeza infinita de las capas de verde ennegrecidas sobre la piel del territorio. Empieza la temporada. Esperemos que no sea tan terrible como el año pasado.
empieza la temporada (I)
Estoy de compras con A a mediodía. La sección de ropa de mujer de los grandes almacenes en los que me hallo es un espacio inmenso por el que pasea un ejército de mujeres que revuelve, contempla, observa, analiza, procesa, juzga y, ocasionalmente, compra. Hay un guardia de seguridad aburrido practicando varios tipos de bostezo. Hay un ejército de dependientas con exceso de maquillaje mal puesto. Hay un par de niños enfrascados en la lectura de una revista de videojuegos. Bailo con mi sombra el vals de la impaciencia: paso corto para adelante, paso largo para un lado, paso corto para el otro, vuelta sobre mí mismo, regreso a la posición inicial. A veces mi mirada coincide con la de alguien que está entregado a la tarea, pero bajo los ojos con rapidez, como si me huberan pillado en falta. Es mediodía de un viernes. No comprendo como alguien puede estar comprando ropa a estas horas. A estas alturas del año.
charles schulz, snoopy y carlitos (1955-1956)




Ya he hablado en alguna ocasión de la recopilación de todas las tiras de los personajes creados por Charles Schulz. De su humor vitriólico camuflado bajo un trazo de reminiscencias infantiles. De sus personajes arquetípicos que evolucionan desplegando miles de matices. De la excelencia de su dibujo. De sus gags perfectos. De la melancolía que inunda muchas de sus páginas. De la amargura que alberga Carlitos, de la banalidad que personifica Lucy, de la felicidad inconsciente de Snoopy. De la sensación, cada vez que abro uno de los tomos de sus historias, de "ojalá no se acabara nunca". En fin, para mí, el mejor cómic publicado en 2006.






reencuentros
Me tropiezo en el supermercado a alguien de mi pasado remoto (unos 15 años sin vernos). Es un encuentro cálido con un trasfondo melancólico-vegetariano (detrás de nosotros, el lineal de las hortalizas). Nos ponemos al día en pocos minutos, mi vida desde la última vez que nos vimos cabe en una línea. La de ella es un poco más ajetreada: un nieto, un marido a la espera de un trasplante de corazón, uno de sus hijos viajando por el mundo adelante. Me dice "sigo teniendo aquel punto de locura", yo le digo "sigo siendo el tipo cenizo y plomo de entonces", "venga, no será para tanto", "bueno, algo he mejorado, pero en lo sustancial no hay cambios". Nos despedimos con los buenos deseos habituales en estos casos. Ella se dirige a la sección de productos de limpieza. Yo a la caja. Ignoro si hay un significado oculto en nuestros pasos.
fragmentos para una teoría sobre el espíritu de la adolescencia


sexo
Dos alumnos míos (3º de ESO: 14 años para 15) me comentan durante el viaje a Madrid que otro compañero tiene una novia de 1º de ESO, es decir que le saca dos años y que qué me parece. Les digo que me parece muy bien y no entro en detalles. Ante mi pasividad sobre el tema, se acercan a él y tiene lugar una conversación parecida a ésta:
- ya sabes que tienes que tener cuidado
- claro tío
- lo digo porque aunque ella consienta en hacer ciertas cosas contigo, los padres te pueden denunciar si se enteran
- no me jodas!
- sí, es que es menor de edad
- ah


arte
Visitamos la exposición de Picasso en el Reina Sofía. Hay unas audioguías que los tienen entretenidos mientras vemos los bocetos del Guernica y otras obras. Tras una hora de visita les damos un rato para que curioseen por el edificio durante media hora más. La mayoría salen disparados para fuera. Al subir al bus a la hora convenida llevan casi todos un azulejo blanco en el que alguien ha pintado un paisaje con una cascada, una montaña y un riachuelo, variando la composición y el color según el azulejo:
- los llevamos para nuestros padres
- el tío los hace con un algodón y tinta en menos de un minuto!!
- ésto sí que es arte y no la mierda esa del picasso


música
Tras escuchar en el autobús seis veces el caribe mix 2002 -con medio bus ensimismado con su respectivo mp3- ponen un cd de bob marley que corean casi todos canción a canción. Al terminar éste cantan el himno gallego. Luego la mitad de ellos canta ENTERA "yo y mi yo y mi Ballantines" de Violadores del Verso.


cine
Vemos entre el viaje de ida y el de vuelta (y entre caribe mix y caribe mix), "the new guy", la tercera entrega del señor de los anillos y "miss agente especial".


videojuegos
Varios llevaban PSP. Alguno se llevó la Play Station 2. Muchos pasaron las dos noches en vela jugando con ella.
fin de curso
Mañana marcho para hacer una pequeña salida cultural con mis alumnos de 3º de la ESO a Madrid. Lo que para nosotros es una breve interrupción de nuestra rutina cotidiana (apenas tres días de intenso maratón cultural), para ellos supone algo parecido a una visita a algún país remoto. La efervescencia que se adivina en el ambiente y una forma exhuberante de entusiasmo que no creo que tenga mucho que ver con los museos o el teatro a los que vamos a ir hacen que sienta las punzadas de envidia y melancolía típicas de estos eventos. Ellos se sienten inmortales y además habitan un presente en el que cada segundo está cargado de una intensidad extrema.

A veces, cuando consigo desprenderme del cansancio acumulado de la semana, cuando consigo dormir bien una noche completa, y, si tengo la suerte de que el día contribuya, noto mi propio estado de ánimo como una sustancia en expansión. Ésto me hace sentir algo remotamente similar a lo que experimentan ellos: algo así como encender una cerilla mientras a tu lado está ardiendo un país entero o están detonando una bomba atómica.

En fin, hasta el sábado.
la ciudad delirante
Domingo, 21.30 horas. Una de las calles principales de la ciudad ha sido cortada al tráfico. Descubro ésto mientras espero para entrar a uno de los conciertos del festival de jazz imaxinasons (Paolo Fresu P.A.F. Trío). El motivo: una procesión religiosa con la excusa de la celebración del Corpus Christi. Hago memoria: en los años que llevo viviendo en esta ciudad jamás se ha celebrado tal acto. La cosa me daría bastante igual sino fuera porque de unos altavoces colocados a lo largo de toda la calle salía el sonido inconfundible de una misa. Es decir, cualquier paseante desprevenido que anduviera por allí estaba obligado a escuchar la voz de castrati del cura de turno que celebraba el acto religioso. Mi asombro, de dimensiones considerables, alcanzó dimensiones galácticas cuando, al paso de los feligreses armados con cirios de tamaños diversos, pude distinguir tras un hilera de curas, monaguillos, seminaristas y diáconos, a la alcaldesa de la ciudad flanqueada por dos de sus concejales principales con el rostro circunspecto y la mirada de quien se halla inmerso en una profunda reflexión interior. Cerrando la marcha (en dos filas de a uno, por cierto, cada una por un lado de la desierta Avenida de Policarpo Sanz), una multitud informe entre la que destacaban siete u ocho miembros de la Falange Española con su uniforme mezcla de guardián de la ORA, azafata de líneas aéreas de los años setenta y camarero de hotel rancio.

Todo un espectáculo. Subvencionado por la alcaldía y consentido por los dos partidos de "izquierdas" que prefieren odiarse mutuamente a presentar la lógica moción de censura y cortar ya con estos festivales regresivos que soportamos últimamente: batalla de flores, corpus christi, ataque de los floripondios mutantes... ¿qué terribles eventos tiene programados en su agenda nuestra hiperactiva, hiperdevota e hipercursi alcaldesa? brrr...
derek kirk kim, la misma diferencia y otras historias




¿Qué ocurriría si el sarcasmo de joe matt se mezclase con la mirada gélida de adrian tomine y le diéramos a todo ello un acabado gráfico a caballo entre el manga y cierto underground yanqui de la línea fantagrapchis? Posiblemente que saldría algo muy parecido a este la misma diferencia y otras historias, del norteamericano-coreano derek kirk kim.

El cómic recoge una historia larga y varias breves que el autor ha ido publicando en periódicos y revistas norteamericanas y en su propia página web. Es la primera de ellas la que da título al libro y la que hace que la compra valga la pena. Su punto de partida es el típico planteamiento slice of life que puede tirar para atrás de entrada (debe ser el género comiqueril más manoseado y maltratado de los últimos diez años). Sin embargo, la acidez del autor para con su alter ego, la brillantez de los diálogos y la capacidad para crear un tempo narrativo vibrante, hacen que el cómic se lea con interés y emoción. Los dos protagonistas, situados en esa edad de la vida que precede al aburrimiento adulto (sobre los 25 años), se debaten entre la necesidad de tomar decisiones y la falsa sensación de permanecer en un estado continuo de indefinición. Juegan a pensar que están más cerca de la adolescencia que de la madurez y miran de reojo a sus compañeros de generación que han tomado el tren de las ataduras: familia, hijos, casa, trabajo estable. Sin embargo no son especialmente felices, sienten las punzadas de la nostalgia de por su adolescencia y buscan referencias en las series de televisión y en las canciones que han alimentado sus sueños de primera juventud. Con este telón de fondo, se desarrolla una anécdota aparentemente trivial que a medida que va creciendo muestra un retrato de ellos mismos plagado de contradicciones, de errores vitales y aciertos inesperados. El autor sorprende por su combinación de frescura -en el planteamiento de los temas y situaciones- y experiencia en el manejo de los recursos narrativos.




Tras su lectura me vino a la cabeza un párrafo de David Michelis que leí en los textos que complementan el segundo tomo de las historias de Charlie Brown:

En un dibujo de [Jules] Pfeiffer de finales de los cincuenta un adolescente enumera el horror de la madurez: atascarse en un matrimonio, vivir en una zona residencial en las afueras, morir de aburrimiento. Un hombre hace frente al adolescente: "¿Por qué no creces?" El adolescente replica: "negarse a crecer es un signo de madurez de nuestra generación".

Algo de eso hay en este cómic.
la grúa y la jirafa
Vía dioramas, descubro este corto de animación albergado, como no, en youtube; personalmente hubiera puesto otra banda sonora, pero, por lo demás, me ha encantado;




(Ah, el autor!: Vladimir Bellini)
planeta cheever
Montse Vega ha creado un blog dedicado íntegramente a la figura de John Cheever. Los adictos tenemos una parada obligada: ilustraciones del New Yorker, fotografías, noticias sobre la edición en España de sus libros, fragmentos de cuentos, de prólogos, críticas, etc. Un lujo para los Cheever-adictos y para fans en potencia.
mi canción del verano
dot acaba de abrir un blog sólo con vídeos musicales. Entre la exquisita cosecha que presenta en un par de días de youtubeamiento se encuentra esta maravilla que llevo escuchando tres días sin parar:




(revisen todo lo que lleva subido hasta ahora, merece la pena)
etienne davodeau, la mala gente




Hay una región en Francia, Mauges, que según algunos historiadores "probablemente malintencionados", debe su nombre a la contracción de las palabras que forman "mauvaises gens" (mala gente). Tradicionalmente conservadora y renuente a cualquier clase de cambio, es el lugar en el que los padres del autor desarrollan una vida en la que la lucha por los derechos de los trabajadores, la vida personal y el fuerte sentimiento de pertenencia a una comunidad se funden en un todo difícil de separar de manera sencilla.

Este tebeo es una especie de documental en viñetas sobre una época y un mundo (la Francia posterior a la segunda Guerra Mundial) desaparecidas definitivamente. Un recordatorio de cómo era la vida en los tiempos en los que el trabajo era la base de toda la organización social, una fuente de relaciones personales y el armazón que marcaba con exactitud la trama de la existencia en pueblos y villas. Para nosotros, habitantes de la era de la globalización, del mundo del post-trabajo y de la (des)organización social que acompaña a la celebración permanente del consumo, semejante manera de vivir podría considerarse casi una especie de curiosidad exótica, una forma de vida inexplicable plagada tanto de ataduras como de certezas y de un sentido de la existencia casi incomprensible.

Los padres del autor van recordando ante la mirada de éste cómo dejaron la escuela a los doce años y comenzaron a trabajar a los trece o a los catorce en condiciones casi inhumanas. Cómo, a través de los sindicatos de raíz católica tomaron conciencia de clase y abrazaron las causas del sindicalismo y de la lucha por los derechos de los obreros. Cómo vivieron el auge de la industria y de la economía entre los 50 y los 60. Cómo hicieron amistades y se enamoraron. Cómo empezaron a intuir que algo iba mal a principios de los setenta. Cómo entraron en política en los 80 (mientras irrumpía en la escena polìtica un jovencísimo Miterrand) y llevaron sus ideas a la práctica desde partidos políticos, asociaciones de vecinos o, -en una pirueta final que muestra a las claras la extinción de sus ideales- a través de asociaciones de consumidores, adelantando el mundo que los 90 y el cambio de siglo traían consigo.

Fácil de leer y con dosis de emoción que se acumulan con lentitud hasta dejar una huella de cierto calado en la memoria, este tebeo trasciende su intención documental para convertirse en algo parecido a una texto historiográfico-sentimental en el que la Historia y las historias de las personas se abrazan, se entremezclan, se revuelven y dan lugar a un testimonio que nos sirve para recordar que hubo una época en la que el trabajo lo era todo, y las luchas para mejorar el mundo algo consustancial a todo trabajador.

Pura arqueología, claro.



david means, incendios




Leo este libro gracias a la recomendación de santi, y, pese a todos mis esfuerzos no termino de cogerle el punto. Me sorprenden los calificativos que leo por ahí considerándolo el heredero de Raymond Carver. Me temo que aún está bastante lejos de conseguir algo así. La temática de los cuentos contenidos en este libro tiene algunos puntos en común con los de Carver, pero la ejecución de las historias no termina de ser redonda: los cuentos tienen que ser perfectos para conseguir el efecto que persiguen y casi ninguno de éstos lo es. Hay mendigos que meditan como colarse en el hall de un edificio para escapar del durísimo frío invernal. Un homeless que aguanta una noche subido a la pieza que engancha dos vagones consecutivos de un tren mientras hace memoria de como ha llegado hasta donde está. Una niña que se muere por una chapuza en la construcción de un jardín. Un maquinista de tren que asume la culpa de un asesinato cometido por unos chicos que matan de una paliza a un ejecutivo. Un médico que teme haber perdido su toque infalible para diagnosticar las enfermedades de sus pacientes y que vive pendiente de una hija que se ha ido de casa sin dejar rastro. Un narrador que dice "no quiero que en mis cuentos muera nadie más". La muerte, el dolor, la pérdida, la percepción intensa del vacío en la propia vida, el desarraigo, las tortuosas relaciones personales... los mimbres son los habituales de cierta narrativa norteamericana contemporánea, pero los resultados no están a la altura de lo que se pretende. Means sabe que escribe bien y se le adivina cierta urgencia por quemar etapas a toda velocidad. En estos cuentos se le ve con demasiada claridad detrás de lo escrito. Es un autor y quiere demostrarlo, quiere que veamos lo listo que es. Y ese es su principal error. En vez de desaparecer discretamente y dejar que sus cuentos peguen los latigazos que hacen que la (buena) literatura sea la droga que es, en vez de dejarlos fluir de acuerdo a su propia lógica interna (y hay varias ideas muy buenas) elige estar presente todo el rato, que el lector no olvide que está leyendo "un cuento de David Means", con lo cual las historias que cuenta no terminan de llegar a donde deben. Quizás algunas sorprendan por una escritura que permite intuir que vendrán obras mayores, pero en general la sensación que permanece es la de "bueno, ¿y qué?".
la ciudad incomprensible
El viernes pasado tuvieron lugar en mi ciudad dos actos casi coincidentes temporalmente que exhiben con claridad el acomplejamiento y el espíritu provinciano que últimamente cubren casi todas las manifestaciones culturales organizadas desde "arriba".

El primero de ellos fue la segunda edición de un acto enterrado con la llegada de la democracia allá por el año 1975: la batalla de flores. Lo que en sus tiempos era una seudo celebración urbana de la próxima llegada del verano y la excusa perfecta para que las clases pudientes pudieran exhibir al mujerío en edad casamentera ante toda la sociedad viguesa, ha devenido en una especie de desfile de carrozas decoradas en términos florales desde las que se lanzan serpentinas y caramelos suficientes para enterrar la ciudad en un mar de azúcar y papel. Cada carroza, de acuerdo con el espíritu de nuestra época, está patrocinada por una cadena de supermercados, un banco, una inmobiliaria o un organismo oficial. Imagino a los niños cogiendo caramelos de la carroza "unión fenosa" o duchándose en confetti de "supermercados dia": entrañable. Lo rancio, en su intento de ponerse al día, suele precipitarse de cabeza hacia el kistch más banal. En este caso, hacer una batalla de flores, en una ciudad que vive en un permanente estado de excepción floral parece una broma cruel.

El segundo tenía pretensiones culturales y exhibía con orgullo el marchamo de quien se siente definitivamente "contemporáneo". El museo MARCO, dentro de los actos relacionados con la expo "switch on the power, ruído e políticas musicais", organizó un concierto en su patio trasero (como si alguien celebrara un partido de fútbol en el cuarto de las escobas de su casa) en el cual tocaron un par de temas gente como Pam Hogg, Chicks on Speed o Alaska y Nacho Canut En el ambiente flotaba cierta expectación ante esta oficialización del petardeo (algo similar a lo que supone ver fotos de hace veinte años de almodóvar de travesti en el país semanal) que supuestamente le daba un toque "cosmopolita" y "moderno" a nuestra grisácea ciudad. Mi conclusión, después de presenciar fragmentos de las actuaciones (durante las cuales se pasaron unos sonrojantes vídeos de pasarelas de moda un poco en plan helmut newton pero en inofensivo/malo/coñazo), es que éste es un pueblo raro raro raro, en el que todo aquello que está asumido y consolidado en otras partes del planeta como una manifestación cultural más aquí parece el colmo de lo contemporáneo. La cuestión de fondo es: ¿realmente se le hace alguna clase de favor a las subculturas urbanas -llámese petardeo/movidas diversas/hiphop/graffiti/etc- extrayéndolas de sus orígenes y presentándolas con la cara lavada, perfectamente ordenadas y descodificadas en la sala de un museo?. El concejal de cultura, después de presenciar la batalla de flores probablemente se sentiría supermoderno viendo a las chicks on speed enseñando las tetas, pero dudo que los demás experimentasen otra cosa que cierta fatiga ante lo ya visto y oído mil veces por miles de vías.

(Días antes, cuarenta, cincuenta personas, asistían en el mismo museo -en el interior- a los conciertos de Salvatore, Pan Sonic y Midaircondo, sin estridencias ni pretensiones de nada, simplemente el disfrutar de algunas emociones únicas en el terreno de lo musical. Sin concejales. Sin peluqueros modernos ni estilistas fashion, sin diseñadores de interiores o artistas queer, sin reinas de la noche o comisarios con tacones. Otra historia, mucho más viva, intensa y verdadera. Sin tufo a reseso o a rancio. Sin casi público, claro.)
documento antropológico
Gracias a X.M. Pereiro descubro este impagable fragmento de un capítulo de lonely planet.



demostración de carácter
Desde que tengo uso de razón y, por lo tanto, memoria, me recuerdo en general huyendo de los sitios, escondiéndome de las personas, prendiendo fuego a relaciones, ocultándome de las vidas de los demás. Cuando me encuentro a personas de etapas quemadas de mi vida no sé como reaccionar ni como sentirme. A veces tengo ganas de decirles que ya no soy un pirómano ni un escapista, aunque me huela el aliento a humo y tenga las uñas negras de excavar la tierra con las manos. A veces me quedo paralizado y termino escondido dentro de mí mismo, mientras mi piloto automático musita frases estúpidas y hace aterrizar lo mejor que puede al cobarde que llevo de pasajero dentro de mi ropa.
come back
esta ha sido la típica desconexión temporal fruto de un ataque de pánico más o menos justificado

(habrá más, obviamente)
 

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