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don delillo, libra




Estoy leyendo, absolutamente fascinado, la reedición de este libro de Don Delillo del año 1988. Sólo por la cita con la que abre, del propio "protagonista" -Lee Harvey Oswald- en una carta a su hermano, merece la pena devorar sus 489 páginas sin apenas respirar:

La felicidad no se basa en uno mismo, no consiste en tener una pequeña casa, en dar y recibir. La felicidad se consigue al participar en la lucha, en la que no existe una separación entre la vida personal y el mundo en general.

Delillo deja en el aire la veracidad de su propia ficcionalización de la vida del supuesto asesino de JFK. Sea cual sea la verdad sobre ésta, la conclusión sobre ella se pierde en la pura admiración por lo escrito. El edificio que levanta el narrador tiene vida propia, existe en paralelo a la realidad oficial, ejerciendo una atracción irresistible sobre la vida de ese personaje enigmático. El de Oswald es un trayecto trágico que comienza con la aspiración juvenil de cambiar el mundo mediante la revolución y termina con el aspirante a héroe convertido en matarife a sueldo de una agencia gubernamental para conseguir fines totalmente opuestos a los pretendidos por el pobre hombre.
Jugando magistralmente con el tiempo, Delillo pone en boca del protagonista conversaciones, pensamientos, impresiones sobre la realidad, y reflexiones sobre su vida doméstica que le dan entidad al personaje, que recrean una complejidad moral y vital imposible de encontrar en un simple libro que pretenda reflejar fielmente lo que sucedió en realidad. Me gusta especialmente un fragmento de una de las premonitorias conversaciones del Oswald adolescente especulando con la idea de comprarse un rifle del calibre 22:

-Cabría preguntarse si es posible curar la enfermedad antes de que te liquide. En cuanto te decides conscientemente a curar la enfermedad tal como hice incluso antes de conocer la palabra cáncer, corres el riesgo de contraerla. ¿Comprendes? Lo que te mata es aquello en lo que fijas tu mente, tu obsesión personal y absoluta. Si eres poeta, la poesía te mata, y así sucesivamente. Se sepa o no, cada uno elige su propia muerte.

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