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el pozo otoñal
Como todos los años, puntualmente, la transición climática que supone el paso del medio-octubre al pre-noviembre, trae consigo un decaimiento anímico y una fatiga emocional de dimensiones absurdas. Miro por la ventana, veo el horizonte poblado de nubes y los árboles del paisaje inmediato medio pelados o amarilleando vertiginosamente y noto algo cayendo al suelo rompiendo en mil pedazos aunque después al mirar no vea ni rastro de nada. No puede ser que, debido a que los días sean algo más cortos y haya menos luz solar, esté todo el rato pensando en tirarme en el sofá con un libro y una mantita a cuadros, teniendo como momento más emocionante del día ése en el que medito intensamente acerca de si cenar un sandwich o dos (la línea, que en mi caso aumenta implacable día a día su curvatura).

La semana pasada, a estas alturas, asistí en el vade al concierto de Marzk Eitzel y The Clientele. Fui porque me obligué a salir de casa, necesitado de oxigenar un poco la cabeza y de inyectarme alguna clase de estímulo positivo no-químico. Nada más llegar me senté en una de las sillas que tienen a disposición de gente como yo, predispuesta a ponerse cómoda con facilidad. Mark Eitzel estuvo algo borde en su relación con el público (por culpa de un par de flashes a bocajarro), pero inmenso en su mortífera enunciación musical de un estado de ánimo con el que sintonicé inmediatamente. Tocó como la otra vez hace ya dos años, enlazando canciones de forma compulsiva, agitándose en el escenario como poseído por el espíritu de la tristeza absoluta, desgranando su colección de absurdos vitales en forma de canciones desgarradas. Qué decir: si estaba al borde de un pozo semidepresivo, después de la actuación ya me había caído de cabeza. Posteriormente The Clientele exhibieron su muestrario de pop dulzón con cierto regusto amargo. Algo Velvets, algo Galaxie 500, un poco Byrds: una buena colección de referentes para un buen puñado de canciones. Conocía su primer disco "suburbian lights", pero no tocaron nada de él. Su directo, como es costumbre, diluyó su parte más refinada, su lado más delicado, poniendo en primer plano unas hermosas líneas de bajo, una parte rítmica que me había llamado menos la atención que sus hermosas melodías.

(Salí contento del concierto. Claro que, a cambio, a ver cómo salgo ahora del pozo otoñal. La primera tanda del festival sinsal 3.0 -edición de otoño- el dos de noviembre parece un buen sitio para sobrellevar estos días tan tontos)



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