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lo que tiene sentido
Hoy he tenido un mal día.
Uno de esos en los que uno piensa, si dejara mi trabajo, ¿qué podría hacer?. La ausencia de respuestas me basta para echarme atrás. De momento.

Hoy he presenciado como dos anormales imitaban la forma de hablar de una chica sorda que tengo en clase, las risas posteriores y sus intentos de explicaciones intercalados con mis gritos de ira, totalmente convencidos de lo que hacían. Tras la bronca bestial que les he echado he tenido que seguir escuchando cosas como que "los profesores siempre nos ponemos de su parte", "que ya están hartos del trato especial que le damos", "que alguien tiene que ponerla en su sitio" y cosas por el estilo; mientras, la bilis me salía por las orejas, y contaba mentalmente uno, dos, tres, cuatro.

Hoy he tenido ganas de empezar a hostias y no parar, sin atenerme a las consecuencias. Pero he seguido contando "cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez", mientras gritaba como un energúmeno.

Me pregunto en qué momento estos descerebrados han aprendido justo lo contrario de lo que llevan escuchando toda la vida, y qué podredumbre hay en el corazón de nuestro sistema educativo para que estas actitudes hayan pasado a convertirse en algo habitual. Me pregunto porqué los imbéciles son los favoritos de sus compañeros, los tarados el ejemplo a seguir, los energúmenos los nuevos ídolos adolescentes y, sobre todo, de donde han sacado esa certeza absoluta en que el mundo se divide entre "normales" y "no normales" y que los segundos sólo merecen joderse. Me pregunto si el sistema educativo tiene alguna razón de ser en estos tiempos y si, simplemente, estamos asistiendo a su descomposición como paso previo a otra descomposición -de la que hay síntomas alarmantes- de mayor alcance. Me pregunto si soy gilipollas. Sí.

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