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día de niebla y playa
los meses de julio por estas latitudes suelen ser como las participaciones de la selección española de fútbol en los grandes campeonatos: un completo bluf; el día de hoy, sin ir más lejos, amaneció con la ría cubierta de niebla y una temperatura como siete u ocho grados más baja que el día anterior; acostumbrados a que la niebla en la ría de vigo suele significar buen tiempo en la península del morrazo, cogimos los bártulos y allá nos fuimos, con la toalla y ropa de abrigo, la crema solar y un chubasquero por si las moscas, y, en fin, la sombrilla con posibilidades de ser reconvertida a paraguas en caso de extrema necesidad;

como sospechábamos, al llegar a la playa de viñó, el día, sin ser extraordinario, no tenía nada que ver con la jornada tristona y plomiza que dejábamos atrás en vigo (agravada por ese fenómeno de estupidez multitudinaria llamado procesión del puto cristo de los cojones santísimo cristo de la victoria): sol con algunas nubes algo molestas de vez en cuando, calorcito moderado, el agua a una temperatura totalmente excepcional y un punto suavísimo de aire, que en conjunto dejaban un día maravilloso; en fin, bocatas, vuelta para arriba en la toalla, vuelta para abajo, natación sincronizada, lectura de libros, revistas y todo aquello que consguí meter en mi bolsa, cocacola en el chiringo, lo habitual en estas circunstancias; el momento excepcional del día vino hacia el final, cuando, por insistencia de v, decidimos ir a visitar el playal de la costa de la vela, el frente de la península del morrazo que corre casi paralelo a las islas cíes; dicha zona es una franja de arena que sólo aparece cuando la marea está extraordinariamente baja (tal día como hoy, luna llena); calculando un poco llegamos a la conclusión de que ese instante de mínima marea se alcanzaría sobre las 22.30, por lo que nos daba tiempo a llegar; el camino de acceso -tras el perinente recorrido en coche de viñó a donón- es básicamente un sendero a través del acantilado de dicha costa de la vela, con un tramo en el que hay que jugar un poco al alpinista aficionado, para, posteriormente, atravesar una pequeña poza que hace el mar al retirarse y poder llegar finalmente a la zona deseada... para no extenderme demasiado: hice algunas fotos -ya estaba anocheciendo y no están muy bien- en las que se aprecia mínimamente la belleza de la zona a la que queríamos llegar:








pasada la poza, el paisaje es indescriptible: un arenal de considerable longitud a los pies de los acantilados de la costa de la vela; enfrente ya escoradas a la izquierda, las islas cíes aparecían envueltas en una especie de niebla algodonosa que desdibujaba sus contornos y las convertía en figuras fantasmagóricas acechando desde la línea del horizonte; los propios cortes de las rocas en dicha zona hablaban con claridad del historial de brutalidad de las embestidas del mar, que, de fondo, rugía con una violencia de moderada intensidad, aportando al paseo un pequeño punto de inquietud;
hay una foto que hice de las rocas, que, transformada ligeramente con un programa de retoque fotográfico (el original está muy oscuro), recoge bastante bien esa mezcla perturbadora de paisaje y estado de ánimo propio que tensa los mecanimos de la memoria dando para el futuro un recuerdo algo crispado y poderoso de la experiencia vivida... ésta es la foto:




[coda: firmo ahora mismo por un mes de agosto salpicado de días como el de hoy]

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