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los domingos de ribeyro


parís, 14 de octubre de 1956
No tiene objeto mirar por la ventana cuando no se espera a nadie. Las cinco calles que se cruzan frente a mi hotel son como los cinco rostros de la indiferencia. Preferible es cerrar la cortina y encender la luz. El domingo es largo, ajeno. Sólo mi soledad me pertenece.


parís, 20 de enero de 1956
Domingo brumoso, digno de ser recordado, a pesar de que en él no ha ocurrido nada extraordinario. Desde que me levanté me di cuenta de que tenía que usarlo con amor, con lentitud. Las calles estaban tranquilas, bañadas en esa maravillosa niebla que atenúa el frío.


berlín, 23 de febrero de 1958
[...] Me veo cansado, aburrido, triste, sin ganas de hacer nada en este inmenso domingo berlinés nevado. Cuatro días bebiendo café luego de la bancarrota de los carnavales han descompuesto mis nervios. Mi gran comedia interrumpida, mis cigarrilos que se acaban, el gran minutero del reloj de pared que apenas quiere andar y toda la tarde inútil por delante.


francfort, 30 de marzo de 1958
[...] Domingo soleado y capitalista. Elegancia, grandes almacenes, prosperidad. Efecto de la dominación yanqui: películas en cinemascope, elevado estándar de vida, muchas heladerías.[...] Aquí los pobres no tienen derecho de ciudad. Deben huir o perecer. Hay lugares en cambio, como París, donde sólo a través de la pobreza es posible comunicarse con el espíritu de la ciudad.




[con todo el país convertido en un babeante parque temático llamado borbonlandia, sólo nos queda refugiarnos en nuestras bibliotecas y sumergirnos en un libro que nos haga olvidar el tiempo y el lugar en el que vivimos...]

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