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es lunes: tengo sueño, odio madrugar, mañana volveré a hacerlo contra mi voluntad...

algunas frases curiosas leídas este fin de semana:

"vivir sin tener talento es insoportable" (Aki Kaurismaki, mirando de reojo la botella de vino que se estaba bajando mientras lo entrevistaban)

"la literatura que lucha contra el presente no es duradera" (Vladimir Sorokin, escritor ruso autor de una polémica obra de teatro en la cual Jruschev es sodomizado por Stalin)

"Soy experto en sonetos de almanaque de los doce a los trece años no escribí otra cosa en sentimientos parecidos al papel de plata de los chocolates" (Antonio Lobo Antunes en su colaboración semanal en suplemento babelia de El País del sábado: muy pocos pueden escribir como lo hace él)

La noche del sábado fui al concierto de LALI PUNA en el VADEMECWM. Me sorprendió la potencia de su directo, acostumbrado a la levedad electrónica de sus canciones (las pocas que he oído gracias al kazaa). Lo más impresionante, su sección rítmica: el nervio del bajista, la contundencia de la batería y la exactitud de unas vigorosa cajas de ritmos estructuraban un armazón sonoro hipnótico sobre el que se dibujaban los efectos especiales electrónicos y la etérea voz de su cantante, la vietnamita Valerie Trebeljahr. Melodías casi perfectas, intensidad rockística, fascinación electrónica: la ecuación perfecta para una melancólica noche de septiembre. Como cierre tocaron una versión del "forty days" de slowdive (ésto me lo sopló uno de los sabios de la tribu todo orgulloso, pero yo no me dejé acomplejar y puse esa mirada de "qué me vas a contar a mí, que pillo las versiones de justus khoncke" como quien reconoce el "ave maría cuando serás mía"). Tras el plato principal, un inesperado postre que culminó de manera divertidísima una noche inmensa: los polacos NOVA HUTA. El cantante comenzó con un discurso de tintes dadaístas en el que se explayaba sobre el origen de sus canciones: al parecer estaban basadas en el cancionero popular checo recogido por su difunto tío, el cual, por cierto, le iba a ir soplando cuáles debía ir tocando esa noche. Acompañaba esta declaración de intenciones con una chaqueta rota cortada milimétricamente y unos bailes estilo toni genil en los vídeos de CM. ¿Y la música? Electropop marciano: cajas de ritmos desquiciadas y algo parecido a un casiotone que le servía al tipo para hacer de keyboard-hero mientras uno tenía la impresión de estar en una película de Ed Wood protagonizada por un admirador de Tamara. De tanto reír casi se me olvida que estaba en un concierto... por cierto que me dejé engatusar por el ambiente de "estamos en un concierto demencial y no hay normas para bailar: haz el gilipollas"; en fin, que lo pasé en grande, y, cansado y feliz me volví para casa a las cinco (lo cual para un treintagenario como yo, ésto constituye un récord ultimamente).



NOVA HUT Y LALI PUNA: mejor que el whisky con cola

Hoy lunes he ido al cine a ver "the fluffer" en el cineclub Lumiere. La traducción rezaba: "el estimulador", pero por el contexto, en realidad debía ser "el que hace las pajas"; y es que la peli va de un pequeño viaje a los bajos fondos del porno gay más cutre (eso sí, apenas se ve nada, salvo algún miembro de dimensiones extremas en estado de reposo y algunos polvos gays rodados con los ángulos de cámara necesarios para no mostrar el gran tabú del cine: un pene erecto); la primera parte de la película tiene muchísima gracia: un jovenzuelo amante del cine se enamora de un actor porno super gañán y entra a trabajar en la productora casi casera en la que trabaja éste con la intención de conocerle; como el actor es hetero y sólo hace porno gay por lo de la pasta, le cuesta ponerse a tono, así que el recién contratado cámara debe arreglárselas para que al actor le funcione la herramienta.Los chistes sobre el ¿cine? porno se suceden uno tras otro con algunos diálogos memorables sobre el uso de la viagra, pero, en el momento en el que la cosa se pone seria la película se convierte en un peñazo: aparecen los traumas de infancia de todo quisqui, hay un aborto, el actor va descenciendo a los infiernos de la droga, etc etc. Como dijeron hoy en CSI: "incluso las mejores obras terminan siempre con una tragedia" (Pascal); bien, aquí la tragedia es el propio tramo final del filme que es para echarse una siestecita hasta que salgan los títulos de crédito. Pero bueno, sólo por los primeros cuarenta y cinco minutos merece la pena echarle un vistazo.




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